Vol. 2. N°26 (II Semestre 2017) –Foro Científico

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Playa Ancha

Valparaíso, Chile | e-ISSN 0718-4018 http://www.revistafaro.cl                                                             

 

Ciencia ficción y sociedades post-coloniales. La revancha de "los" Sur.

Science fiction and post-colonial societies: The revenge of the Souths.


Alain Musset.
Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París.
alain.musset@ehess.fr

                                                         

 

 

 

g   Resumen Este texto del geógrafo francés Alain Musset fue publicado el 2013 en la revista digital libertaria Divergences. Su principal postulado es que “usando las armas de la crítica social y política, la ciencia ficción sirve también para hacer la guerra contra las sociedades postcoloniales”. Se hace un recorrido por la ciencia ficción crítica, que permite aproximarse a las diversas perspectivas y alternativas que iluminan los relatos de ciencia ficción, particularmente aquella post-apocalíptica. Desde la crítica social más tímida hasta aquellos que proponen una inversión general del orden político y geográfico mundial. Se trata, más allá de una lectura invertida del orden geopolítico, de un emplazamiento a las sociedades contemporáneas a identificar y luchar en contra de las segmentaciones de clases y la desigualdad de género que las estructuran.

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g   Palabras clave   • ciencia ficción crítica; ficciones post-apocalípticas; sociedades post-coloniales; crítica social.

g   Abstract This article from French geographer Alain Musset was first published in 2013 in the online libertarian journal Divergences. Its premise is that "using weapons of social and political critic science fiction might be used too to make a war on postcolonial societies". The paper looks over the critical science fiction that allows a closer glance at the different perspectives and alternatives that science fiction narratives can deploy, especially the post-apocalyptic one. From the shiest social critic to narratives that propose a radical inversion of the world's political and geographical order. Beyond the questioning of the geopolitical order, this article is about calls out contemporary societies to identify and struggle against the class segmentations and gender inequality that structure them.

g   Key WordsCritical science fiction; post-apocaliptical fictions; post-colonial societies; social critique.

1. Introducción ,

Usando las armas de la crítica social y política, la ciencia ficción sirve también para hacer la guerra – la guerra contra las sociedades contemporáneas. Desde comienzos del siglo XX, el H.-G. Wells de The World Set Free (1914) o de In the Days of the Comet (1906), tanto como el Jack London de The Iron Heel (1908), utilizaron la novela futurista para denunciar las desigualdades y las injusticias de un sistema capitalista ya en proceso de globalizarse – en parte gracias a la expansión de algunos imperios coloniales, que tenían por capital Londres, París, Bruselas y, en menor medida, Roma o Berlín.

En los años cincuenta, como lo recuerda Eric S. Raymond en un artículo publicado por la revista Contrepoints y titulado Science-fiction et pensée politique, los autores del movimiento Futurians (que tenían como líder a Frederik Pohl, gran detractor de aquella sociedad de consumo de masas considerada por Rostow (1960), como el objetivo último del desarrollo) establecieron una ciencia ficción crítica (o radical), que se oponía más o menos abiertamente al orden establecido. Más tarde, en los años 70’s, los escritores de la New Wave de la ciencia ficción anglosajona, en particular Michael Moorcock, J.G. Ballard y Brian Aldiss (a quienes siempre debemos vincular al estadounidense John Brunner), jamás escondieron sus simpatías socialistas y marxistas. Su ácida mirada sobre la sociedad impregnó y aún impregna numerosas historias de ciencia ficción, aun cuando, tal como en el género en permanente expansión del Fantasy , los autores que denuncian las desigualdades, las injusticias, las discriminaciones o el racismo se inscriben en un vasto espectro intelectual, que va del oportunismo a la pose y de la pose al compromiso.

En este ámbito los escritores franceses tampoco se quedan atrás y, tal como sus homólogos británicos o norteamericanos, Jean-Pierre Andrevon, Philippe Curbal, Joël Houssin o Alain Damasio, entre otros, han contribuido ampliamente a fundar una suerte de escuela francesa de ciencia ficción crítica, que se caracteriza por la ausencia total de organización y de jerarquía –tanto mejor que así sea.

2. El espacio y la ciencia ficción: De la New Frontier a los crímenes coloniales.

Entre los temas que han marcado la historia de esta ciencia ficción crítica, aquel de la inequidad de las relaciones coloniales ha sido recientemente revivido por James Cameron, gracias a su exitosa Avatar, estrenada en cines el 2009. De esta película, proyectada en 3D en las mejores salas de la época, podemos destacar sus imágenes vertiginosas de los bosques y acantilados de la exoluna Pandora. Catalogada como una de las películas más caras de la historia del cine, sedujo a un vasto público sensible a la belleza de los paisajes, a la virtuosidad del director y a la fuerza de la intriga: como un ex-marine parapléjico, encuentra la redención y renace a la vida, gracias a su amor por una bella nativa de piel azul, como Pitufina de Peyo (pero mucho más grande). El mensaje político resulta claro, aunque se diluye a ratos en una ideología más o menos New Age mezclada con ecologismo estilo Lovelock, el impulsor de la teoría de Gaïa: los humanos no sólo se equivocan al pretender saquear los recursos de otro planeta, luego de haber devastado los propios; también lo hacen cuando no consideran que deben respetar los modos de vida, la cultura y las costumbres de los pueblos que encuentran en su camino, aunque signifique esto perder cuotas de mercado en la escena intergaláctica.


Figura 1: Neytiri, la bella Na’vi de piel azul, hará comprender a Jake Sully que los humanos son los depredadores y que deben evitar la colonización y el saqueo de Pandora (© James Cameron, Avatar, 2009).

El mensaje es, sin embargo, aún más fuerte en la novela de Ursula Le Guin (2010) que inspiró al director: The Word for World is Forest, publicada por primera vez en 1972. La autora de The Dispossessed(1974), describe con minucia y crudeza las relaciones de dominación que se establecen entre los Terrícolas, llegados al planeta Athshe para explotar los recursos naturales, en particular los bosques y los autóctonos que son despreciados y maltratados por los colonizadores.


Humanoides de suave pelaje verde, los Athsheanos (denominados Creechies por los colonos) viven simbióticamente con su medio ambiente, lo que no pasa en el caso de los Terrícolas que desean dominar una naturaleza considerada “salvaje”, como ya lo hicieron en su propio planeta. Al destruir de manera sistemática los ecosistemas locales, provocan el levantamiento de los indígenas, que habían sido considerados al comienzo del proceso de colonización, como indolentes, apáticos e incapaces de comprender lo que significan nociones tan fundamentales como “ganancia” o “desarrollo económico” (y aún menos “sub-desarrollo”). Se necesitarán tres sangrientas batallas para que los colonizados finalmente triunfen y consigan su objetivo: el retiro de sus opresores y la garantía de que ninguna potencia galáctica vendrá a visitarlos durante varias generaciones.


Figura 2: Portada de The Word for World is Forest, de Ursula Le Guin (New York, TOR, 2010).

A decir verdad, el tema de la colonización de otro planeta ha sido durante largo tiempo uno de los pilares de la ciencia ficción, ávida de explorar galaxias exóticas y conocer pueblos misteriosos. Nuevos “Hernán Cortés” lanzados a la búsqueda de El Dorado o de la Fuente de la Juventud, al modo de los héroes de la novela de Jack Vance, To live forever (1956), dispuestos a soltar sus amarras terrenales para vivir una Odisea digna de la gran época de la conquista del Oeste:

Debemos expandirnos, debemos darle a los bárbaros nuestra civilización; pero debemos llegar a ellos como peregrinos, como misioneros, no como soldados (…) El hombre debe seguir adelante; está en su naturaleza, está en su cerebro y en su sangre. Hasta hoy, le ha sido dada la Tierra. Su futuro está en las estrellas ¡El universo entero nos espera!. (1956, p. 253).

Este discurso entusiasta, apenas matizado por la alusión a la necesidad de los humanos de comprometerse en una conquista pacífica, evoca extrañamente y de manera casi profética, aquello que sostendrá cuatro años más tarde en Los Ángeles John Fitzgerald Kennedy, durante su investidura por el Partido Demócrata, el 15 de julio de 1960:
Hoy, algunos dicen que las luchas de los pioneros terminaron, que se han alcanzado todos los horizontes y que todas las batallas han sido ganadas, que no hay más “fronteras” en América. Y sin embargo yo quisiera decir que la Nueva Frontera está aquí, lo queramos o no. Más allá de esta frontera se encuentran los dominios inexplorados de la ciencia y del espacio, los problemas no resueltos de la paz y de la guerra, los bolsones de ignorancia y de prejuicios aún no resueltos, las preguntas sin respuesta acerca de la pobreza y los excedentes.

El espacio, nueva frontera de la humanidad, abría resplandecientes horizontes a todos aquellos que, como los peregrinos del Mayflower, quisieran fundar un nuevo Nuevo Mundo en otro planeta, lejos de las pequeñeces de nuestro charco. Los autóctonos que encontrarán, monstruos de aspecto más o menos humanoides, serán generalmente considerados enemigos a combatir, permitiendo su exterminio a golpe de rayos láser o de bombas atómicas, con total buena consciencia.

Muy pronto, sin embargo, como eco de las luchas de liberación nacional que se desarrollaron en África y Asia a lo largo de las décadas de 1950 y 1960, escritores y guionistas de cine comenzaron a plantear dudas sobre la ética de los procesos de colonización. Para evitar tener que tratar de forma violenta el problema de las poblaciones nativas, algunos entre ellos subrayaron que solo los planetas despoblados de toda especie inteligente pudieran ser legalmente ocupados –la cuestión reside en saber cómo y bajo qué criterios es posible medir la inteligencia de criaturas extrañas, cuyo metabolismo apenas tiene vínculos con el de un ser humano. La pregunta fue abiertamente formulada por Ursula Le Guin en The Word for World is Forest, cuando evoca la esclavitud de los Creechies, considerados seres inferiores por los leñadores instalados en el Campo Smith, bajo la protección del capitán Davidson: “Los esclavos son seres humanos. Cuando crías vacas, ¿acaso eso es esclavitud? No, y funciona” (Le Guin, 2010, p. 18). Los mismos argumentos fueron usados por los españoles durante la conquista de América, cuando afirmaban que los Indios no eran verdaderamente seres humanos y que, desprovistos de alma, podían ser reducidos a la esclavitud sin ofender la mirada de Dios.

En el ciclo Bételgeuse, Leo señala que los primeros colonos terrestres de Bételgeuse 6 se enfrentaron entre sí para determinar si los Iums, especie de pandas que vivían plácidamente en grupos dentro del bosque, eran simples animales empáticos, o bien, seres verdaderamente inteligentes. Éste es un debate fundamental que desgarra su comunidad, ya que la Carta de la ONU los obligaría a marcharse si ese fuera el caso. Como dice el coronel Donovan, demasiado implicado en el éxito de una misión generosamente financiada por los capitales privados: “Ellos no construyen ciudades o carreteras, no utilizan vehículos o máquinas, las sondas no pudieron podían identificarlos como seres inteligentes.” (Leo, 2001, p. 22)

Figura 3: Un grupo de Iums se interpone entre las fuerzas de la colonia terrestre y la joven Maï-Lan que se niega a someterse a la autoridad (Leo, 2000, p.11).

Una situación tanto o más conflictiva es evocada en Bienvenue sur Alflolol, una aventura de Valérian y Laureline que cuenta la lucha pacífica y desordenada de los Aflololianos contra el saqueo que realizan los Terrícolas de los recursos de su planeta, rebautizado Technorog por los señores del Galaxity y completamente destinado a la extracción de minerales y a la producción industrial. Fiel agente del servicio espacio-temporal, Valérian debe recordar al gobernador de Ciudad Technorog que el código galáctico dictado por la Tierra prohíbe apropiarse de cualquier cuerpo celeste ocupado por sociedades organizadas – una muy buena ley en el papel, pero que no estaba siendo respetada porque los Alflololianos, grandes viajeros con una alta expectativa de vida, habían vuelto a su hogar luego de un recorrido por el espacio de 4000 años.

Figura 4: Como los Amerindios de los Estados Unidos del siglo XIX, los Alflololianos son encerrados en una reserva bajo la vigilancia de guardias armados.

En Los amantes, Philip José Farmer, va aún más lejos en la denuncia de los crímenes coloniales cuando evoca, en 1961, la preparación de un verdadero genocidio para posibilitar a los Terrícolas apoderarse del planeta Ozagen. Los primeros emisarios, presentados como embajadores, son los encargados de evaluar los sistemas de defensa y las capacidades de resistencia de la población local, pero Hal Yarrow, quien también descubre el amor verdadero en este mundo exótico, termina preguntándose: “¿Qué les daba derecho a seres de otro planeta, a venir aquí con la intención de masacrar sin piedad a todos los habitantes de este mundo?” (1974, p. 142). La operación programada es de una simplicidad monstruosa: consiste en esparcir por la atmósfera los gérmenes de un virus adaptado a la sangre de los Ozagenianos y contra el cual sus organismos no tendrán tiempo de generar anticuerpos. Las tasas de mortalidad deben superar aquellas que provocaron el colapso demográfico de los pueblos amerindios luego de la llegada de los españoles – pasando la población de solo Mesoamérica (México y América Central) en un siglo de 25 a un millón de habitantes. El capitán Davidson de The Word for World is Forest, está de todos modos, también convencido de que la exterminación de los Creechies es la única solución para permitir a los humanos colonizar y rentabilizar (es decir, transformar en desierto) el planeta Athshe, irónicamente rebautizado como Nueva Tahiti: “Ya que tarde o temprano serán eliminados, más vale que sea temprano. De todas maneras, es lo que ocurrirá. Las razas primitivas siempre deben ceder su lugar a los civilizados.” (Le Guin, 2010, p. 21)

3. “Nuestro Norte es el Sur”

Afortunadamente, la ciencia ficción nos recuerda regularmente que todas las civilizaciones son mortales, incluso aquellas que pretenden ocupar la cima de la jerarquía humana y que fundan su superioridad sobre el desprecio o la negación del Otro. Encontramos, pues, ciertas inversiones geopolíticas que permiten relativizar el lugar del Norte en los imaginarios contemporáneos del “desarrollo”.

En un primer momento, la crítica social es muy superficial, por no decir inexistente: no se trata más que de un desplazamiento hacia el Sur, en general después de un inesperado desastre, de sociedades y sistemas políticos que construyeron la grandeza de Europa y América. Es el caso de Arqueópolis de Alfred Bonnardot, de 1859, breve novela en la que el narrador despierta luego de un largo sueño de varios siglos. Aún aturdido, descubre delante de él una amplia extensión de ruinas atravesadas por un río cuya agua transporta barro y limo: son los últimos restos de París. Luego, el narrador se encuentra con un grupo de sabios con ropa más o menos oriental que han venido de la lejana Arqueópolis, ubicada en África central, para recolectar vestigios de un pasado misterioso. Sin embargo, en este futuro hipotético que ha visto el hundimiento de la civilización europea, Bonnardot no invierte el orden geopolítico de las cosas, sino más bien al contrario. Él lo confirma basándose en axiomas heredados de la Antigüedad, acerca de la división del mundo en zonas climáticas que explican la supuesta jerarquía entre las “razas” humanas.

Es lo que le recuerda el profesor Fissbrek de Hardeynagh a su auditorio durante una conferencia magistral:

Nosotros, hijos de la vieja África, nosotros, habitantes de la zona templada del globo, ¿no somos nosotros los verdaderos elegidos por la Providencia? Alrededor de mil años atrás, nuestro país, hoy tan afortunado, era todavía un vasto y árido desierto, azotado por el fuego del sol. Sin embargo, Dios, en nuestro favor, desplazó la eclíptica de la tierra. Hoy, todos los elementos que constituyen nuestro planeta estando en equilibrio, no tenemos más casos de repentinas fermentaciones que antiguamente sacudían y derribaban las ciudades. Las estaciones y los vientos han tomado un curso cada vez más regular; por lo que ya no le hace más falta al hombre, y su inteligencia alcanzó un desarrollo desconocido por las antiguas razas, que creían haber llegado al límite de la civilización. (Bonnardot, 1859, p. 72-73)

Un discurso semejante descansa en las afirmaciones que Hipócrates expresa en su Tratado del aire, las aguas y los espacios, donde establece un lazo directo entre la bondad o el rigor del clima y las cualidades de sus habitantes. Esta tradición “científica”, nos ha sido transmitida por toda una serie de intermediarios culturales, tales como Santo Tomás de Aquino o Friedich Ratzel, uno de los fundadores de la geopolítica alemana. En su De regimine principum (Del gobierno de los príncipes) Tomás de Aquino destaca que los habitantes de un clima templado tienen la suerte de combinar el vigor de los pueblos nórdicos y la inteligencia de las personas instaladas en lugares tórridos – aquellas que, por el contrario, carecen dramáticamente de fuerza y valentía. En cuanto a Ratzel, él no ha hecho más que remodelar estos viejos principios deterministas con el propósito de demostrar la superioridad del hombre europeo, sobre las otras “razas” repartidas por la superficie del planeta. El truco que utiliza Bonnardot es aún más esclarecedor especialmente porque él eligió eliminar a las poblaciones autóctonas de la antigua zona tórrida tan despreciada por los Antiguos. En efecto, los habitantes de Arquéopolis no son Moros ni Negros, sino más bien los descendientes de algunas familias de pioneros que huyeron de la Europa decadente para instalarse en un rincón perdido de África central, con el fin de mantener allí la llama de la civilización.

En la misma época, en Las ruinas de París en 4908, Alfred Franklin también imaginó que una catástrofe misteriosa había dado lugar a la desaparición de la civilización europea y que el emperador de Francia se había refugiado en las antípodas, en la isla de Nueva Caledonia . Para Octave Béliard, autor en 1911 de una novela llamada Una expedición polar a las ruinas de París, el frío acabó con el principal foco de la inteligencia humana. Una espesa capa de nieve y hielo cubre ahora todo el continente europeo y los últimos sobrevivientes del infierno blanco buscaron refugio donde existe suficiente calor para asegurar la supervivencia de la especie: Madagascar, el corazón de África, Asia del Sur y América central – sin que sepamos exactamente qué le pudo haber pasado a los primeros habitantes de estas regiones tropicales a salvo del cambio climático.


Figure 5: Las ruinas de Notre Dame de Paris sepultadas por la nieve en la novela de Octave Béliard, Une expédition polaire aux ruines de Paris (1911).

De una manera más irónica, pero en el mismo espíritu, el humorista Henriot (1912) elige la Antártida para albergar la nueva capital de la civilización francesa, Ciudad Polo Sur, que tenía nada menos que 684.051 habitantes cuando el jefe indiscutido de los Estados del Sur decidió enviar una expedición arqueológica a inspeccionar las ruinas de París.
A pesar de sus limitaciones, estas falsas inversiones del eje Norte-Sur pueden obligarnos a leer de manera diferente la jerarquía espacial y política impuesta por una ideología que privilegia al Norte en detrimento del Sur, jerarquía tanto más arbitraria en la medida en que el punto cardinal escogido para expresar “aquello que está en lo alto” es un símbolo y no una dirección. Es un punto especialmente simbólico puesto que expresa una cosmovisión heredada de la Antigüedad latina y griega, cosmovisión que otras civilizaciones no comparten. Es, en particular, el caso de los chinos, para quienes la aguja de la brújula no indica el Norte, sino el Sur (el emperador, en su palacio, daba la espalda a la Osa Mayor). Como dijo en 1838 M. G. Pahuier, miembro de la Academia de Besançon y de la sociedad asiática de París, en el momento en que Europa comenzaba a interesarse vivamente en el potencial económico del empire du Milieu :

Uno podría sorprenderse al ver que el carro magnético de los chinos y su brújula marina muestre el sur, en tanto que la propiedad de la aguja imantada es girar hacia el norte con más o menos declinación (…); nos parece muy sencillo que, sin dejar de reconocer que la aguja magnética es atraída hacia el polo norte, hayan atribuido al polo opuesto, que es la continuación del eje, una figura sobresaliente para indicar el Polo Sur. (Pauthier, 1838, p. 87)

4. En otro lugar o  en el mañana, “los” Sur se rebelan .

La situación es, sin embargo, completamente diferente en la novela de R. C. Sherriff, El manuscrito Hopkins¸ publicada en Londres en 1939. En efecto, Sherrif anuncia claramente, para un futuro próximo, el colapso del mundo occidental y la emergencia de nuevas naciones que, hasta entonces, estaban bajo el yugo del colonizador europeo. El relato comienza con el informe de una expedición arqueológica enviada a Inglaterra por la Sociedad Real de Abisinia, con la finalidad de traer vestigios de la antigua civilización, desaparecida hace siglos. Los resultados son escasos, pero por pura casualidad, se descubre en las ruinas de Londres, en una botella conteniendo un valioso manuscrito redactado por un obscuro habitante de la antigua metrópolis: Edgar Hopkins. Este texto permite echar nuevas luces sobre la caída de los grandes imperios del pasado, que como es sabido por los historiadores, oprimieron durante largo tiempo a los pueblos de Asia y África.

El descubrimiento es particularmente importante, sobre todo porque hacen falta informaciones sobre aquel período, ya que llevados por un justo deseo de venganza, los oprimidos y desposeídos de ayer, destruyeron sistemáticamente todo aquello que recordara de alguna forma al colonialismo y al imperialismo de los antiguos amos del mundo:
Durante casi un siglo después del colapso de la civilización occidental, los pueblos de las naciones orientales regeneradas se entregaron a una insensata orgía de destrucción de todo lo que pudiera recordarles los días vividos bajo la servidumbre al “hombre blanco”. Cualquier imagen, cualquier vestigio de arte occidental fue metódicamente perseguido y aniquilado. (Sherrif, 1941, p. II)

Gracias al manuscrito de Hopkins, los sabios etíopes aprenden que la Luna chocó con la Tierra, pero que esto no produjo el fin del mundo, como había sido predicho por los científicos. En cambio, las grandes potencias de la época luego se destrozaron mutuamente para apropiarse de los ricos minerales encapsulados en el subsuelo del satélite que se había estrellado en medio del océano Atlántico. Esta guerra suicida arruinó a los combatientes y permitió a Sélim el Liberador imponerse como el líder de las fuerzas anti-imperialistas que se arrojaron sobre la exhausta Europa: “Es el hijo de un pequeño funcionario indígena que vivía en Teherán. Aparentemente, comenzó a ser un poco conocido algunos años antes del cataclismo. Fue revolucionario, quizá anarquista. Predicó contra la explotación y la opresión de los pueblos orientales por parte de las naciones blancas del oeste” (Sherrif, 1941, p. 315).

Figure 6: Portada de R. C. Sherriff, Le manuscrit Hopkins, Paris, Plon, 1941.

Publicada en 1939, es decir, en la víspera de la segunda guerra mundial, la novela de R. C. Sherrif no pretende dar una interpretación liberadora de la caída de Occidente, a pesar de su humor típicamente inglés. Escrito en el momento en que los imperios europeos, ya sea en forma de democracias o dictaduras, se disponían a darse la muerte, su relato debe ser tomado como una advertencia lanzada a sus compatriotas, a sus aliados y a sus enemigos: los pueblos colonizados no esperan más que un debilitamiento de sus amos para arrojarse sobre ellos y despedazarlos. No es azaroso que su texto haya sido publicado en 1941 en Francia. Sin duda éste llamó la atención del editor porque la caída del ejército francés contra las tropas hitlerianas fueron un preludio de las luchas de liberación nacional que posteriormente fueron libradas en Asia y África por otros Sélim y otros Selver, el héroe atshiano [athshéen] de The Word for World is Forest. Como lo escribe Edgar Hopkins cuando al enterarse de que los Sélimistas [Sélimistes] entraron en Viena y Berlín, y saquearon Venecia y Milán: “Podría no haber sucedido -dije suspirando. Si Europa hubiera permanecido unida, podría habérseles dispersado” (Sherrif, 1941, p. 317).

Brian Aldiss, uno de los representantes más ilustres de la New Wave británica, ve las cosas de una manera radicalmente diferente en Terrassement (Earthworks), publicada en 1965. Según él, pronto la Tierra ya no logrará producir suficiente alimento para todos sus habitantes. Los responsables de este desastre son los países industrializados que han agotado sus suelos, profanado el medioambiente, y dilapidado los recursos naturales del mundo entero. Incapaces de contener su apetito consumista, los pueblos más ricos han sucumbido a su bulimia, dejando el campo libre a África, un continente relativamente bien preservado que ha llegado a ocupar la delantera en la escena internacional: “El Medio Oriente y el Oriente se han empobrecido, luego fue el turno de Europa, América y la URSS. De manera que, las naciones se han marchitado y desplomado al punto que hoy no existe otra potencia más que África” (Aldiss, 1980, p. 178).

Brian Aldiss, opera, de ese modo, una completa inversión de la geopolítica mundial, ya que pasó el tiempo donde se consideraba que el África negra se iba por mal camino. Los Estados más poderosos del planeta no son más Inglaterra, Francia, o los Estados Unidos, sino una mezcla de países imaginarios y antiguas colonias europeas: Argelia, Nueva Angola, el Waterberg , el Congo Oeste, Egipto, Ghana, Goya y Nigeria. En este mundo del futuro con el modelo invertido, son los países del Norte, hambrientos, endeudados, presos de una demografía galopante, quienes solicitan la ayuda de un África despectiva, cuyos líderes son considerados egoístas por los colonizadores de antaño. Aún peor, son ahora los Blancos quienes se quejan del racismo de los Negros hacia ellos, tal como la vieja Agneau, madre desilusionada de quince niños: “Nosotros somos seres humanos, tal como ellos, ¿no es cierto? Por qué un blanco no sería igual a un negro, digo yo. ¡No me privo de decírselos!” (Aldiss, 1980: 177).


Figure 7: El Waterberg, desde 2001, es una reserva de la biosfera. (Fuente: http://www.waterbergbiosphere.org/Projects_1007_Waterberg+Biosphere+Headquarters.html)

En este sentido, Brian Aldiss, no hace más que seguir la línea trazada en 1962 por John Crhistopher en The Long Winter, con el fin de denunciar la desigualdad e iniquidad de las relaciones Norte/Sur en un contexto histórico de descolonización y de tensiones interraciales. Christopher imagina entonces que una fluctuación de las radiaciones solares provocó el enfriamiento generalizado del planeta. Para escapar de las glaciales temperaturas que se ciernen sobre el hemisferio Norte, hordas de refugiados blancos se precipitan hacia la zona tropical:

Los Americanos se van a expatriar a América del Sur, en la medida de lo posible. De hecho, algunos ya comenzaron: los precios de las propiedades en Río y Montevideo se decuplicaron desde el último mes. Sin embargo, tengo la impresión de que África es una mejor opción. Por ejemplo, alguna de nuestras antiguas colonias: Nigeria, Ghana, algo por el estilo. (Christopher, 1975, p. 315)

Desgraciadamente para ellos, los numerosos ingleses que se refugian en Nigeria son recibidos como piojosos por las autoridades locales y los habitantes de Lagos. Sin recursos, premunidos de libras esterlinas que ya no valen nada, se apilan en sórdidos campamentos y se encuentran al servicio de la gente negra que explota sin vergüenza su desamparo. Obligados a aceptar trabajos mal pagados [sous-payés], sometidos a la extorsión de las policías y los mafiosos, los antiguos colonizadores se ven obligados a entregar a sus hijas y esposas a la prostitución para sobrevivir – una inversión de los valores a la altura del dramático cambio climático que modificó la faz de la tierra.


Figure 8: Barrio pobre de Makoko, Lagos, Nigeria.
(Fuente: http://yabexpo.com/pgrimtab-expo.php?iddo=79&rdo=AA111228-804-1074)

Observador particularmente crítico de las derivas de la sociedad americana, Norman Spinrad, también ha denunciado el colonialismo, el imperialismo y el racismo vigente en nuestro mundo contemporáneo, fundado en la supremacía de una civilización occidental globalizada que impone sus leyes y su cultura al conjunto del planeta. Lo ha hecho de manera cruda en una novela titulada El continente perdido (The Lost Continent), publicada en 1970, en la cual dos narradores relatan en paralelo su visita a las ruinas de Nueva York tras el colapso de la civilización occidental. El primero es un piloto de helicóptero que sirve de guía a los turistas extranjeros. El segundo es un profesor de historia africano que va a los Estados Unidos con el fin de profundizar sus conocimientos teóricos sobre su tema de estudio: el apogeo del imperio americano en momentos donde África aún era un continente sub-desarrollado. El derrocamiento del orden geopolítico es aquí a la vez justificado y asumido. Ya que el Occidente (o el Norte) perdió la cabeza, es normal que el Sur asuma de ahí en más el liderazgo mundial, aunque sea al precio de una permanente humillación de los antiguos amos del mundo, que por largo tiempo menospreciaron a los pueblos colonizados y a las naciones del tercer mundo.

Este sentimiento de superioridad, alimentado por el resentimiento vinculado con el pasado esclavista de los Estados Unidos, condujo a algunos visitantes a pregonar su racismo contra los Blancos. Es en particular el caso de Michael Lumumba, por cierto el nombre no fue elegido casualmente por Norman Spinrad : “Mi gusto, y por esto hice el viaje, es ver a los descendientes de estos cerdos de pignoufs que expulsaron a mis ancestros a patadas en el culo, hundirse en la mierda que ellos mismos fabricaron” (Spinrad, 1978, p. 163).

5. ¿Malos tiempos para las Rubias ?

Las temáticas anticolonialistas evocadas durante la era de oro de una ciencia ficción crítica alimentada por el atolladero vietnamita, las luchas de liberación nacional en África y la epopeya del Che, desde Cuba a Angola y Bolivia, no han perdido su actualidad, puesto que las tensiones entre el Norte y los Sur, entre dominantes y dominados, pueden haber cambiado de forma, pero no de naturaleza. La desigualdad y la iniquidad de las relaciones entre los países ricos y los países pobres pueden ser reveladas por algunas chocantes imágenes que invierten el modelo dominante, como en El invierno eterno de John Christopher (1975) o en el film de cine catastrófico de Roland Emmerich, El día después de mañana (2004). De forma paradójica para aquellos que conocen la problemática de la frontera entre México y Estados Unidos, [en esta película] vemos a miles de norteamericanos asediados por el frío, atravesar en masa el río Bravo para hallar refugio en la tierra de Pancho Villa. Si bien, durante décadas, la Border Patrol , la armada y las milicias patrióticas intentaron impedir que sus vecinos del sur cruzaran el límite internacional en sentido inverso, el inquilino de la Casa Blanca debe ahora agradecer a las autoridades locales por su magnanimidad. Generosamente recibido por los chicanos, wet backs y otros bean eaters que suscitaron el menosprecio y la burla de sus compatriotas antes del apocalipsis climático, él no puede más que constatar la evidencia: los ciudadanos de los países ricos del norte son ahora los “huespedes de lo que alguna vez se llamó Tercer Mundo”.

Figure 9: El cruce del Río Bravo por parte de los refugiados norteamericanos (© Roland Emmerich, El día después de mañana, 2004).

No se debe creer, sin embargo, que los autores de ciencia ficción cayeron en la trampa tendida por Samuel Huntington (2002) con su Choque de civilizaciones, incluso si se trata de invertir el modelo existente como lo han hecho recientemente Leo, Corine Jamar y Simon (Fred y Jean-Luc) en su historieta Proyecto Sirena [Mermaid Project] (2012). Siguen la línea trazada por Norman Spinrad o John Christopher – línea que hoy en día se adscribe al pensamiento decolonial : los pudientes y los privilegiados de Europa y Estados Unidos prácticamente llevaron a la destrucción al mundo debido al agotamiento de los recursos naturales, y son ahora los Negros, los Árabes y los Asiáticos, quienes ocupan la cima de la escala social y política. Y como le dice Romane a la joven Audrey que ha sido abandonada por su amigo Slimane, porque sus padres no quisieron dejar entrar a su familia a una mujer blanca: “Hoy, ellos tienen su venganza. No es genial, pero es comprensible. Ahora nos ven, a nosotros los Blancos, sobre todo a los rubios, como el símbolo del antiguo dominador que por poco destruyó el planeta.” (Jamar et. al., 2012, p. 18).

De hecho, la oposición reduccionista entre países ricos y pobres, entre potencias coloniales y naciones dominadas, entre Blancos y Negros, corre el riesgo de reforzar la idea de que la escala de la crítica política es la de la nación o de las comunidades, cuando el verdadero problema es el de las jerarquías internas que estructuran aquellas naciones y aquellas comunidades, a saber, las segmentaciones de clases o las desigualdades de género. Es por eso que, en el seno de la ciencia ficción radical, la problemática colonial y post-colonial expuesta por la venganza de “los” Sur no es más que uno de los elementos que permiten emplazar a sociedades, que aquí y ahora –no más tarde o en una galaxia lejana– multiplican las formas de alienación y de dominación para asegurar la supervivencia de sus élites. 

Bibliografía

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Béliard, O. (1911). Une expédition polaire aux ruines de Paris. Lecture pour tous. París: Hachette.

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Pauthier, M. G. (1838). Chine, description historique, géographique et littéraire de ce vaste empire, d’après des documents chinois. Paris: Firmin Didot frères.

Rostow, W. W. (1960). The stages of economic growth: A non-communist manifesto. Cambridge: Cambridge University Press.

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Spinrad, N. (1978). Continent perdu. Le livre d’or de la science-fiction. Paris: Pocket.

Vance, J. (1980). La vie éternelle. Paris: Le Masque.

 

Este texto fue publicado originalmente en francés en 2013 en la revista Divergences 2 y accesible acá:  http://divergences2.divergences.be/spip.php?article496. La traducción fue realizada por Hugo Sir Retamales, en colaboración con Luis Campos Medina. Agradecemos a la revista Divergences 2 y a Alain Musset por autorizar la traducción y publicación del texto original. La traducción fue editada por Jeanne Hersant con valiosos aportes del propio autor.  

La revista Contrepoints, es una revista en línea de tendencia liberal que cubre la actualidad francesa e internacional. El sitio de la revista es desarrollado y administrado por la asociación liberaux.org, creada en 2002 y presidida por Guillaume Périgois, también director de la revista (Nota del traductor). El artículo se encuentra en línea, así como la información sobre la revista: http://www.contrepoints.org/2011/07/22/36040-sf-et-libertarianisme, recuperado el 03/07/2013.

Fantasy, es considerado un género de ficción, que se diferencia de la ciencia ficción, aunque contenga varias similitudes. Tiene características definidas que se asocian a la existencia de elementos extraordinarios, mágicos e irreales, con historias y estructuras bien definidas. Al igual que la ciencia ficción los autores construyen un mundo, sin embargo, en el género fantástico el mundo es percibido como imposible, sin pretender acatar el funcionamiento del mundo real. La novela de JRR Tolkien El señor de los anillos, es un buen ejemplo, en términos de la historia que le constituye, el mundo y su funcionamiento, la relación que hay con su contexto, etc. Ver la definición de fantasy, en la Enciclopedia online del género: http://sf-encyclopedia.uk/fe.php?nm=fantasy (N. del T.)

Se puede consultar el discurso transcrito en el siguiente enlace: http://www.jfklibrary.org/Asset-Viewer/AS08q5oYz0SFUZg9uOi4iw.aspx (N. del T.)

En esta saga, Galaxity es el nombre de la capital de la tierra en el siglo XXVIII.

Nuestro norte es el sur, es el lema de Telesur, la televisión estatal venezolana.

El archipiélago de Nueva Caledonia se ubica en Oceanía, en la región de la Melanesia. Es una dependencia de la República francesa que tiene el estatus de colectividad sui generis, de amplia autonomía (N. del T.)

L’empire du Milieu, literalmente el Emperio del Medio, es un modo de denominar a China en francés, proveniente del modo en que se le llamaba al emperador durante la dinastía Zhou (N. del T.)

Se denominaba carro magnético el dispositivo con imán que antecedió a la brújula, del que hay rastro en China en el año 1100 antes de la edad del cristianismo (N. Del T.).

El título original (Ailleurs ou demain, les Suds se rebiffent) hace referencia a la colección francesa de ciencia ficción “Ailleurs et demain” publicada por la editorial Robert Laffont. Sitio web: http://www.laffont.fr/site/la_collection_ailleurs_et_demain_&140&2&0&1&1.html (N. del T.)

Waterberg es un macizo montañoso ubicada al norte de África del Sur: la elección de Brian Aldiss está cargada de significado.

Este termino alude en francés (pouilleux) a la asocición en el sentido común entre la pobreza económica y la supuesta falta de higiene corporal, que conduce a que las personas vulnerables están rechazadas como si pudieran contagiar a su entorno con piojos (N. d T.).

¿Es necesario recordar que Patrice Lumumba fue uno de los principales actores en la descolonización del Congo, antes de ser asesinado por los servicios secretos belgas con la complicidad de la CIA?

Es un término muy difícil de traducir, que se refiere a hombres groseros, incultos, rústico (N. de E.).

Esta oración se refiere por una parte a una expresión coloquial y popular en Francia (“Malos tiempos para…”) que tiene un doble origen en una famosa comedia policial de Guy Lefranc (Sale temps pour les mouches, 1936) y en el título francés (Sale temps pour les braves) de la famosa novela Hard Rain Falling de Don Carpenter (1966). Por otra parte se refiere a la boga de chistes - a menudo machistas – sobre mujeres rubias en Francia (N. d E.).

En inglés en el texto original.

Los tres términos en cursiva aparecen en idioma original en el texto de Musset. “Wet backs” puede traducirse por “espaldas mojadas” y “bean eaters” por frijoleros. Chicanos y frijoleros son términos menospreciantes para referirse a los Mexicanos de EE.UU (N. d E.).

Alain Musset solicitó agregar esta precisión, que no se encuentra en la versión original del texto (N. d E.).