Vol. 2. N°26 (II Semestre 2017) –Reseñas

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Playa Ancha

Valparaíso, Chile | e-ISSN 0718-4018 http://www.revistafaro.cl                                                             

 

Hiroshima de John Hersey

Fabiana Rodríguez-Pastene
Universidad de Playa Ancha
fabianacarola@hotmail.com

 


Durante el 2015 el libro que para muchos profesores de las Escuelas de Periodismo a nivel mundial es considerado pieza fundamental en la formación de los futuros profesionales –y para algunos incluso uno de los precursores del Nuevo periodismo (Wolfe, 1984)- fue reeditado en español con su último capítulo. La traducción del escritor colombiano Juan Gabriel Vázquez es una oportunidad de revisitar este clásico de John Hersey ;  escrito, en su versión original, hace ya más de 70 años.

La nueva edición en nuestra lengua incluye cinco capítulos: los primeros cuatro corresponden al artículo publicado por The New Yorker en 1946 (el 31 de agosto de ese año el texto ocupó la edición completa de la reconocida revista norteamericana) y el quinto está centrado en una segunda parte escrita por Hersey casi cuarenta años más tarde, en la que relata lo acontecido a los protagonistas durante todo ese tiempo.

La crónica de los seis supervivientes puso rostro a una de las tragedias más significativas de la historia moderna. El ejercicio periodístico descriptivo de Hershey bien podría equipararse con el concepto historiográfico de microhistoria: “Si queremos dar una definición, diremos que es una reducción de escala de análisis usando el microscopio (…) Es una tarea instrumental, se busca una escala reducida como un laboratorio,  para devenir al problema general” (Levi, G., Bertrán Moya, J. L., García Carcel, R., & Espino López, A., 1993: 17-18).  

La tarea inicial encomendada a Hersey fue precisamente esa: William Shawn, director ejecutivo de The New Yorker, pidió a Hersey ilustrar la dimensión humana de los efectos atómicos. El reportero partió a Hiroshima y –tras una investigación inicial de varios testimonios- decidió su relato estaría compuesto por la historia seis supervivientes: una viuda con tres hijos pequeños, Hatsuyo Nakamura; una oficinista de una fábrica de estaño, Toshiko Sasaki; un médico, el Dr. Masakazu Fuji; otro joven cirujano, el Dr. Terufumi Sasaki; un pastor metodista, el reverendo Kiyoshi Tanimoto; y un jesuita alemán, el padre Wilhem Kleinsorge.

El relato que inicia el texto –presente también en la contraportada del libro- reza "Exactamente a las ocho y quince minutos de la mañana, hora japonesa, el 6 de agosto de 1945, en el momento en que la bomba atómica relampagueó sobre Hiroshima, la señora Toshiko Sasaki, empleada del departamento de personal de la Fábrica Oriental de Estaño, acababa de ocupar su puesto en la oficina de planta y estaba girando la cabeza para hablar con la chica del escritorio vecino” (Hersey, 2015). Esta es una clara muestra de una metodología de escritura que acompaña al autor a lo largo de todas sus páginas, situando al lector en un contexto tan cotidiano como inverosímil: sobrevivir a la bomba atómica.
El carácter descriptivo de Hersey carece de aspavientos, exageraciones e incluso adjetivos calificativos: "Un resplandor silencioso" titula el primer capítulo de su crónica. “Fuego” y “El día después” son los que le siguen. “Hersey escribió ‘Hiroshima’ en una época en que el periodismo norteamericano cristalizaba alrededor de esa idea: el periodista debe ser invisible, la historia debe contarse a sí misma” (Vázquez, 2016).

En una entrevista con The Paris Review, Hersey (2015) explica que el tono fue absolutamente intencional "pues pensé que si el horror podía ser presentado lo más directo posible, permitiría que el lector se identificara con los personajes de manera directa".

El texto -calificado en algunas críticas como plano o carente de emocionalidad- logra sin embargo en su minimalismo, una cercanía empática con la realidad de cada uno de sus personajes-personas, con sus cotidianidades; y principalmente con sus preguntas, con el dejo de “no entender” que los persigue a lo largo de las páginas.
En pequeñas sutilezas que continúan siendo extremadamente descriptivas, el autor se hace cargo de las paradojas de la humanidad: “Matricaria y mijo salvaje” es el nombre del cuarto capítulo (el último de la versión original) donde la inesperada fuerza con la que comenzaron a surgir estas plantas en conjunto con otras como violetas, campanillas y lirios, en fin la vida que parecía cubrirlo todo alrededor de los restos de una ciudad agónica; contrasta con el minucioso detalle –desprovisto de espectacularización- con el que Hersey se refiere a los primeros síntomas (malestares, vómitos, fiebre, desmayos, heridas que no cicatrizan) que avecinan precisamente siguiente capítulo: la sobrevida, porque tras Hiroshima no se vive, sólo se puede sobrevivir.

En años donde los atentados terroristas atacan desde peatones hasta masivos conciertos preadolescentes; donde nos acostumbramos a las imágenes de la Guerra Civil Siria habituándonos a pequeños e inocentes cuerpos sin vida varados en una playa mientras intentaban –sin éxito- escapar del horror; en años donde gana el “No” en Colombia, el Brexit en Inglaterra y Trump en Estados Unidos… en los años de las murallas. En tiempos donde el hombre es un lobo para el hombre y junto a Hobbes podemos dar por sentado el egoísmo en el comportamiento humano, bien vale la pena abordar analíticamente “Hiroshima”.

Tras todo desastre hay un rostro humano, algo que es tan evidente es fácilmente olvidado por la normalización que muchas veces hacemos del  horror casi cotidiano, la desenvoltura con la que caemos en un espiral de falta de asombro. O incluso el morbo con el que muchas veces nuestros propios estudiantes comparten –quizás durante la clase de ética periodística- algunas de estas crudas imágenes en redes sociales, naturalizando un absurdo. De paso, comprobamos que el hombre es el único animal que puede efectivamente, perder condición de tal y deshumanizarse.

“La especie humana es única en el reino animal, ya que no hay correspondencia entre su dotación anatómica hereditaria y sus medios de subsistencia y defensa. Somos la especie más peligrosa del mundo (…) porque sabemos cómo proveernos de instrumentos y armas mortíferas que cumplen la función de dientes, garras, aguijones y piel con más eficacia que cualquier simple mecanismo anatómico. Nuestra forma principal de adaptación biológica es la cultura, no la anatomía” (Harris, 1974: 89).
La deshumanización; así como la forma de narrarla, de visibilizarla, de abordarla, es –o debiera ser- una decisión consciente que dignifique allí donde otros buscan el tiraje fácil o el rating a través del fuego artificial o innecesaria crudeza.

“Y aquí viene Hersey a recordarnos la virtud de ver con los propios ojos, no con los de Facebook, y el afán de entender, el maravilloso afán de entender que reemplaza la pasión de las redes sociales por juzgar, señalar con el dedo y condenar desde lejos” (Vázquez, 2016).

Bibliografía

Hersey, J. (2015). Hiroshima. J. G. Vázquez, (trad.) España: Debate.

Levi, G., Bertrán Moya, J. L., García Carcel, R. & Espino López, A. (1993). Antropologia y microhistòria. Manuscrits. Revista d'història moderna, (11), 15-28.

Marvin, H. (1992). Vacas, cerdos, guerras y brujas. Los enigmas de la cultura. España: Alianza.

Vázquez, J. G. (20 de junio de 2016). Reeditan “Hiroshima”, el texto John Hersey que cambio la historia del periodismo.   Agencia Nacional de Noticias Telam. Consultado 22 de mayo 2017).  Recuperado de http://www.telam.com.ar/notas/201606/152064-hiroshima-hersey-libro.html         

Hersey, J.   (2 de agosto de 2015). "Hiroshima", el libro que le puso rostro a la tragedia atómica.  El Mercurio. (Consultado  25 de mayo de 2017). Recuperado de http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=168578

Wolfe, T. (1984). El nuevo periodismo . J. L. Guarner (trad.). España: Anagrama.

John Richard Hersey nació en la ciudad china de Tianjin, el 17 de junio de 1914. A sus diez años, su familia regresó a los Estados Unidos. Escritor y periodista, fue ganador del Premio Pulitzer. Murió el 24 de marzo de 1993.