Vol. 1. N°25 (I Semestre 2017) –Foro Científico
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Playa Ancha
Valparaíso,
Chile | e-ISSN 0718-4018 http://www.revistafaro.cl
Macarena Trujillo Cristoffaninis.
Departamento de Sociología
Universidad de Playa Ancha
macarena.trujillos@upla.cl
Recibido: 24 de mayo de 2017
Aceptado: 17 de julio de 2017
g Resumen •A partir de una investigación en la que participaron migrantes latinoamericanas en contexto de monomarentalidad, se presenta una reflexión epistemológica vinculada a la perspectiva feminista del punto de vista y de los conocimientos situados. El objetivo es subrayar la relevancia de integrar una óptica epistémica feminista en los estudios de género, tanto en la realización del trabajo de campo así como en la producción científica académica. En este sentido, se plantea el interés de revisar, desde un orden crítico, aspectos vinculados tanto a la objetividad-neutralidad científica como a la relación entre investigadora y colectivos en investigación.
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Palabras
clave •Epistemología feminista - Conocimientos situados Estudios de género.
g Abstract • This article proposes an epistemological reflection about feminist perspective on point of views and situated knowledge. This reflection has been developped on the basis of an investigation conducted with Latin American migrants in a context of single-motherhood. Our purpose is to account for the relevance of integrating a feminist epistemic perspective in a fieldwork related to gender studies, (within the broader framework of academic scientific production). In this sense, we stress the interest of analyzing from a critical stand, fieldwork aspects both related to objectivity/scientific neutrality and to the relationship between researcher and interviewees.
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Key Words• Feminist epistemology - Situated knowledges - Gender studies
1. Introducción
El siguiente artículo surge como un proceso de reflexión epistémica enmarcada en el trabajo de campo de una investigación de corte cualitativo en la que se abordaron diversas experiencias cotidianas de mujeres latinoamericanas que han inmigrado a Cataluña y que vivencian la maternidad desde la monomarentalidad.
Dicha reflexión epistémica, la realizo desde mi rol de socióloga e investigadora, así como desde un posicionamiento feminista que marca mi quehacer académico y; por tanto, también desde el papel que considero debe tener la producción científica a nivel social. Así, entiendo que ésta no sólo debe aportar a la contribución de nuevos conocimientos, sino también contribuir a develar las distintas estrategias en las que se basan las estructuras de poder, reconociendo que quienes investigamos también nos encontramos dentro de dichas estructuras, ya sea en el marco de nuestra propia biografía sicosocial como en las dinámicas que se establecen en la lógica (tradicional) de sujeto-objeto de conocimiento.
En este contexto han emergido inquietudes que me han llevado a preguntar ¿qué aportes han realizado los feminismos que me permitan abordar el trabajo de campo desde una perspectiva de género comprometida? ¿Cómo me reconozco y me sitúo en la diada “investigadora-colectivos en investigación”?
A medida que surgían estas interrogantes, se hacía presente con intensidad la noción de “epistemología del punto de vista” y “conocimiento situado”; perspectivas que cuestionan las afirmaciones de objetividad/neutralidad científica, destacando la necesidad de rescatar las experiencias femeninas históricamente invisibilizadas (Harding, 1996; Haraway, 1995). De este modo, ambas han sido de gran utilidad a la hora de enunciar mi visión de “lo científico” desde una perspectiva feminista y, además, me han dado la posibilidad de subrayar la relevancia de “lo personal es político” en el proceso de realización y análisis de las entrevistas, puesto que en ellas emergieron malestares de género que seguimos vivenciando las mujeres en una estructura patriarcal; entendiendo que esta última se proyecta con diversos matices cuando se integran otros ejes de la desigualdad social, como lo son inmigración y estratificación social (Trujillo y Almeda, 2017).
De este modo en las líneas que prosiguen, mi horizonte será plantear una reflexión crítica sobre la necesidad de integrar las perspectivas epistemológicas feministas en los estudios de género, considerando que todo quehacer investigativo implica interrogar los procesos vinculados al trabajo de campo con el fin de acercarse horizontal y dialógicamente a las relaciones sociales que se plasman en la vida de las personas.
Para lograr este objetivo, en una primera parte de este artículo se presentan los principales lineamientos del denominado enfoque epistémico del punto de vista y los planteamientos realizados desde la lógica investigativa de los conocimientos situados. En una segunda parte, se desarrollan las experiencias que como investigadora he vivenciado en el trabajo de campo que he realizado con mujeres latinoamericanas que son madres en contextos de monomarentalidad y que actualmente residen en Barcelona. Como último punto, doy cuenta de las reflexiones finales que desde la experiencia investigativa y desde la política feminista considero debiesen integrar los estudios de género.
2. Epistemologías feministas del punto de vista y de los conocimientos situados:
Tal como se comentó, esta reflexión surge como un anhelo por realizar un trabajo investigativo comprometido con evidenciar las desigualdades que son producto de las estructuras de género, así como develar las diversas dinámicas con que las mujeres afrontan dichas desigualdades. En ese contexto, consideré central buscar una perspectiva que me permitiese abordar el trabajo de campo desde una lógica que valorara tanto la experiencia cultural femenina como la confianza depositada en mí por quienes participaron como entrevistadas en este estudio, pues dichas mujeres no sólo cedieron su tiempo sino que también me abrieron las puertas de sus casas, me permitieron compartir con sus hijas e hijos y confiaron en mí – en principio desconocida- para relatarme parte de su vida.
Así, fueron surgiendo diversos enfoques que me permitieron la comprensión de este proceso de una forma más integral; constituyéndose como central el papel de una epistemología feminista al cuestionar el rol de la ciencia en la naturalización de las jerarquías sociales entre los géneros. Esta perspectiva discute el proyecto epistémico-científico de la modernidad, desestabilizando las nociones de objetividad y neutralidad (Biglia, 2014) y destacando el papel que juega la subjetividad en dicha producción, evidenciado los sesgos androcéntricos y sexistas presentes en la ciencia (Phillips, 1998; Platero, 2014). En esta línea se enmarca la “teoría del punto de vista feminista” , perspectiva epistemológica que concibe al conocimiento científico como una construcción siempre determinada por su origen y por los/as agentes implicadas en su contexto de producción (Villarmea, 1999). Este supuesto implica explicitar que tanto quien investiga como el grupo con quien trabaja la investigadora portan consigo –ineludiblemente- perspectivas de la realidad social que incidirán en todo el proceso investigativo. Este elemento no se considera negativo, sino inevitable, pues ninguna persona puede sustraerse de su entorno y de la socialización a la hora de pensar-se en la realidad social. A su vez, se reconoce el papel de la experiencia de las mujeres como parte constitutiva de las interacciones cotidianas que debiesen ser estudiadas desde el punto de vista de género pues, históricamente, han sido canceladas o leídas desde prismas patriarcales que las han deformado y/o utilizado como herramienta para el mantenimiento del status quo (Harding, 1996; Haraway, 1995). Para Harding (1996), el punto de vista epistemológico feminista propone que por medio de la mirada y de la voz del grupo oprimido -las mujeres- la ciencia pueda plantearse a sí misma desde una óptica no dualista ni hegemónica y, de este modo, abrirse hacia nuevas perspectivas. Así, la propuesta se entiende como una postura política cuyo horizonte es analizar las relaciones sociales de poder y dominación así como las estructuras mentales y simbólicas que la sostienen.
Dando un paso más allá, Haraway (1995) ha logrado enriquecer la teoría del punto de vista, acuñando la noción de “conocimientos situados”, pues para esta autora la ciencia es una construcción, una lucha por el conocimiento y, en este sentido, la práctica científica es productora social de historias públicas, independientemente del ámbito del conocimiento en que se desarrolle. Así, la ciencia no es más que una construcción parcial de la realidad, investida de “poder” para mirar hacia todos lados y desde ninguna parte; lo que se ha conocido como objetividad científica. En esta concepción ortodoxa sobre objetividad, se entiende que si el género de quien investiga influye en los resultados, se produce una mala praxis científica. Sin embargo, para Haraway, esto no es más que la comprensión de que la ciencia se basa en “conocimientos situados” pues “el género es una condición inexcusable de la observación, como la clase, la raza y la nación” (p.177). Así, un proyecto de ciencia feminista debe significar la perspectiva de los “conocimientos situados” pues de otro modo se cae en la ilusión de lo infinito como falsa promesa de transcendencia de todos los límites. Como contrapartida, los “conocimientos situados” permiten acceder a la encarnación de lo particular y específico dado que, como señala la autora, “solo una visión parcial promete una visión objetiva” (p. 326), por lo que la objetividad feminista “trata de la localización limitada y del conocimiento situado, no de la trascendencia y el desdoblamiento del sujeto y objeto” (p.327). En este contexto, se asume que deben integrarse múltiples miradas de la realidad social, incluidas las de sujetos y sujetas invisibilizadas históricamente, no como representantes de conocimientos no corrompidos por el poder sino que como una ampliación de las visiones parciales que asumen el peso de las experiencias en la producción de la realidad social y científica (Biglia, 2014).
Por todo lo anterior, se puede considerar que la epistemología del punto de vista feminista y la noción de conocimientos situados discuten la objetividad y la neutralidad científicas, indicando que estos axiomas no han hecho más que naturalizar narrativas que han estado al servicio de las ideologías hegemónicas como el patriarcado y el capitalismo. Por eso se hace necesario explicitar que el conocimiento científico es una producción social que, para que deje de ser utilizada como una estrategia de dominación y avance hacia una mirada integral de la realidad, debe entenderse también como una práctica política comprometida.
Desde este lógica, se valora el peso de la experiencia y en particular la de las mujeres en cuanto colectivo históricamente neutralizado en el marco del quehacer científico. Así, se apunta a iluminar sus experiencias cotidianas, aquellas que se producen y reproducen tras bambalinas (Smith, 2012). Estas dimensiones de la vida son las que la teoría e investigación feminista ha sabido comprender no sólo como lógica de producción material y social sino que como aquella que ha servido de soporte para el desarrollo de las dinámicas sociales que permiten el desenvolvimiento básico y cotidiano de los seres humanos así con las macro relaciones económicas y políticas (Rubin, 1996). Por lo tanto, como señala Rivera (2003), dar vida pública a la experiencia de las mujeres se entiende como una de las tareas que ha emprendido y debe seguir desarrollando el feminismo.
Considero que estos planteamientos se armonizan con aquellas investigaciones que tratan dimensiones sociales que tradicionalmente se han calificado como parcelas de la vida privada o incluso como dimensiones pre-sociales del ser humano, como lo son muchas de las temáticas que abordan los estudios de género. Este también es el caso de la investigación en la que se nutre esta reflexión al abordar la experiencia social de la maternidad que históricamente ha sido tratada como una proyección de instintos biológicos, a-históricos y depreciados en cuanto expulsada del valor de lo “público”, de lo valorado socialmente.
3. Realizar entrevistas: posicionándose en el trabajo de campo
Así, en el marco de los elementos epistemológicos planteados, es necesario volver a la segunda inquietud que se planteó en el inicio de esta reflexión, es decir: ¿cómo me reconozco y me sitúo en la diada “investigadora-colectivos en investigación”?
Cuando, por diversos medios, me contacté con cada una de las participantes, les comenté sobre el trabajo y el tema de investigación. Ninguna de ellas solicitó alguna identificación, nombre o adscripción académica, sin embargo me invitaron a sus casas, a compartir cocina y comidas, a ser parte de sus espacios cotidianos como su hogar, juegos en el parque o un café en su tiempo libre. En este sentido, podemos preguntar: ¿cómo incidió el hecho de que yo fuese mujer a la hora de acceder a la realización de entrevistas?
El tema relativo al peso del factor de género en la relación entre entrevistador/a- entrevistado/a ha sido una temática bastante abordada en el marco de las investigaciones feministas, especialmente en el contexto de la realización de entrevistas cualitativas. Así, Broom, Hand y Tovey (2009) señalan que los estudios feministas aseveraron que la relación entrevistadora/entrevistada solía implicar mayores niveles de confianza en contraposición a entrevistadores varones, aumentando la posibilidad de acceder a la experiencia “real” de la entrevistada. En la misma línea se encuentran autoras como Oakley (1981), para quien es relevante que la investigadora integre su propia experiencia como mujer en la relación con la entrevistada para compartir conocimientos y entregar apoyo si alguna pregunta así lo ameritase. En este sentido, la reciprocidad invitaría a mayores niveles de confianza en la interacción desplegada en la entrevista. Por eso, la autora apela a que la investigadora feminista establezca una relación no jerárquica en la que surgirá una suerte de “hermandad” en cuanto ambas comparten su experiencia común como mujeres.
A esta perspectiva se han sumado voces como la de Cotteril (1992) que señala que otros factores también inciden en esta “relación de confianza” a la hora de hablar sobre temas sensibles o íntimos, como lo son la etnicidad, la edad y el nivel sociocultural. Debo señalar que todos estos elementos estuvieron presente en la realización del trabajo de campo que he realizado. De este modo, tal como plantearon Broom, Hand y Tovey (2009), el hecho de ser mujer y latinoamericana han sido clave a la hora de presentarme ante posibles mujeres a entrevistar y de pactar entrevistas. Cuando las participantes de las entrevistas notaron que compartíamos experiencias culturales femeninas y también como migrantes, se dio una suerte de complicidad que considero hubiese sido más compleja con un hombre, pero también con una mujer que no hubiese vivenciado la experiencia migratoria. En cada una de las entrevistas se plantearon preguntas íntimas en las cuales se trataron temas de maternidad, ex parejas y parejas actuales, sexualidad, violencia de género y migración; suertes de diarios personales que las mujeres con las que me reuní compartieron conmigo, no desde una lógica inquisidora sino que como una instancia para contar sus historias desde el deseo de comunicar experiencias y de sentir la posibilidad de hacer palpable cómo dichas vivencias las han llevado a conformar su vida en la actualidad.
Así mismo, siguiendo a Oakley (1981), la reciprocidad de las experiencias permitieron, en la relación entrevistadora-entrevistada, que la propia entrevista como técnica de investigación no se configurase como una suerte de guion de preguntas indagatorias sino que como una conversación entre pares en la que se comparten experiencias y se desdibuja la relación jerárquica de la diada investigadora-investigada. En esta línea, tal como resaltó Ali (2012), se pueden apreciar ventajas al compartir características espaciales e históricas con las participantes de una determinada investigación, tanto a la hora de lograr confianza para que se compartan elementos íntimos de las historias de vida como para la comprensión de dimensiones vitales que desconfiguran la construcción dicotómica del “nosotras/otras”.
Con todo lo comentado, es importante resaltar que esta perspectiva desde el enfoque feminista crítico no implica el rechazo de técnicas de investigación que las ciencias sociales utilizan sino que propone que la metodología “sea coherente con los postulados feministas y que se repiense y rediseñe de acuerdo con las especificidades de la investigación, su contexto, su finalidad y, por supuesto, el posicionamiento feminista asumido” (Biglia, 2014: 26).
4. Reflexiones finales
Desde lo apuntado, considero que aquellas investigaciones que integren la perspectiva de género como eje central de su análisis debiesen considerar el posicionamiento epistemológico en el proceso de producción de conocimiento. Así, en primer lugar, entiendo necesario reconocer la imposibilidad de realizar ciencia de manera neutra y objetiva, haciendo eco, en su lugar, de la noción conocimientos parciales y situados tanto en el contexto de quién investiga como el del grupo o colectivo en el que se enmarca dicha investigación. A su vez, esta línea se encuadra con la postura que alude a la investigación como una práctica política y -que para el caso de la investigación realizada- se entendió como reconocer experiencias íntimas que no suelen ser valoradas socialmente, como lo es la maternidad-monomarentalidad en contextos migratorios.
Como segundo elemento, y en relación con el anterior, se hace especial hincapié en otorgar a la experiencia el estatus de fuente de conocimiento. De este modo, la comprensión de lo vivido no se erige en una dinámica de investigación que apela al descubrimiento, a constituir como inteligible a un objeto inferiorizado (Comesaña,2008), sino que como aquella relación que reconoce autoría y autoridad a las múltiples personas que interactúan en el proceso investigativo, especialmente cuando se apela al conocimiento situado que no pretende afirmaciones universales desde la óptica vertical sino que conexiones parciales que se realizan en la vida de las personas (Gandarías y García, 2014).
En este sentido, es central aportar conocimientos sobre dimensiones “no oficiales” de la vida social y que son tremendamente trascendentes en la composición de las experiencias culturales femeninas, especialmente si se tiene en cuenta que la maternidad ha tendido a tratarse desde una óptica biologicista. En esta misma lógica se ha subrayado lo que puede aportar el estudio de estas dinámicas desde la sociología y desde los estudios de género feministas (Osborne, 1993; Esteban, 2000; Gimeno, 2014).
Así mismo, surge el posicionamiento de hacer de las entrevistas un proceso dialógico que, tal como apuntó Finch (1984), debiese considerar “una combinación de dimensiones metodológicas, personales, políticas y morales, desde donde es necesario reflexionar como socióloga y como feminista” (p.74)
Con todo, se entiende relevante explicitar la posición de quien investiga pues todas las personas contamos con experiencias propias tanto biográficas como estructurales a nivel social. Así, la reflexión presentada sobre el trabajo de campo llevado por una mujer latinoamericana, madre y que vivencia la monomarentalidad en contexto migratorio no sólo ha sido un factor relevante a la hora de establecer y enfocar esta temática de estudio sino que también ha generado niveles de empatía con las mujeres a las que se ha entrevistado, propiciando dinámicas de confianza e intimidad.
Para finalizar, me sumo a las consideraciones de Finch (1984) quien destaca que en su experiencia entrevistando a mujeres apreció el deseo de sus entrevistadas por tener a alguien con quien hablar pues el nivel de aislamiento social que muchas vivencian implica que existen menos oportunidades de participar colectivamente con otras mujeres. Por eso “dieron la bienvenida a la oportunidad de tratar de dar sentido a algunas de las contradicciones de sus vidas en la presencia de una oyente comprensiva” (Finch 1984: 75). En esta línea, en la investigación realizada, apareció esta necesidad de dialogar y ser escuchada, materializándose en conversaciones largas y profundas, incluso plasmadas en la construcción de lazos de amistad y cooperación. Por lo anterior, para terminar este escrito, sólo me queda agradecer a cada una de las mujeres que compartieron su espacio conmigo, construyendo confianza y compartiendo sus experiencias. A todas, gracias.
Referencias Bibliográficas
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Comesaña, G. (2008). De métodos y filosofía feminista. Propuestas metodológicas y conceptuales desde el feminismo latinoamericano. Maracaibo, Venezuela: Ediciones Universidad de Zulia.
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Notas
El estudio abordó temáticas de monomarentalidad, género y migración. Durante el primer semestre de 2015 se realizaron 14 entrevistas a mujeres migrantes latinoamericanas (independiente de si su estatuto jurídico era irregular, regular o nacionalizada) residentes en Barcelona y que lideraban familias monomarentales, con al menos un/a hija dependiente, menor de dieciocho años y viviendo en la ciudad de destino. Por otro lado, se contó con diversidad de experiencias con respecto a país de origen, edad, años de inmigración, número de hijos/a, edad de los hijos/as, nivel instrucción formal, y ocupación de las participantes.
Se debe tener en cuenta que este enfoque ha recibido diversos nombres según las autorías y sus correspondientes traducciones, siendo los más utilizados: enfoque del punto de vista, enfoque del punto de vista feminista, punto de vista de las mujeres o punto de vista epistemológico feminista; por lo cual en este artículo se tratarán indistintamente, tal como lo hace Harding (1996) en su libro “Ciencia y feminismo” dado que en este texto por primera vez se aúnan y nombran de manera organizada las principales autoras y reflexiones vinculadas a este enfoque. Así mismo, se debe considerar que este es sólo uno de los enfoques de la epistemología feminista, siendo también relevantes los denominados como empirismo feminista, y enfoque posmoderno (Villarmea, 1999). El empirismo feminista promueve la erradicación de los sesgos sexistas y androcéntricos de la ciencia, pero sin rechazar los supuestos de neutralidad y objetividad posibles dentro del método científico (Harding, 1996). Por su parte, el denominado enfoque posmoderno desenraiza las identidades como dimensiones móviles y transitables en la que se mueven los agentes sociales, por lo cual las interpretaciones de la realidad se entienden como diversas y deslocalizadas (Villarmea, 1999).
[1] Este trabajo se enmarca en el Proyecto de I+D+i ÇLos flujos de comunicaci—n en los procesos de movilizaci—n pol’tica: medios, blogs y l’deres de opini—nÈ (referencia CSO2013-43960-R), concedido por el Ministerio de Econom’a y Competitividad para el per’odo 2014-2016 a travŽs del Programa Estatal de I+D+i Orientada a los Retos de la Sociedad.