Vol. 1. N°24 (II Semestre 2016) – Foro Científico
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Playa Ancha
Valparaíso,
Chile | e-ISSN 0718-4018 http://www.revistafaro.cl
UnaÊ relectura de una tradici—n nuestra: a prop—sito del pensamiento de H. Schmucler sobre los 90 y suÊ concepto de postragedia. La vertiente de cultura y comunicaci—n
A rereading of our tradition: the way of thinking of H. Schmucler on 90 and postragedia concept. The slope of culture and communication.
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Oscar Zalazar[1]
Facultad de Ciencias Pol’ticas y Sociales Universidad Nacional de Cuyo
grupozero07@gmail.com
Recibido: 29 de agosto de 2016
Aceptado: 1 de diciembre de 2016
g Resumo •Se trata de a relectura de la tradici—n latinoamericana de investigaci—n en comunicaci—n social, espec’ficamente de la vertiente de comunicaci—n y cultura, continuando una tradici—n de comunicaci—n horizontal e isegoria. El concepto de postragedia es una fina alegor’a del proceso que va del fin del siglo XX cultural y el inicio de la globalizaci—n. Es el per’odo de la posdictadura.
g
Palabras
clave •Relectura-cultura y comunicaci—n - Concepto schmucleriano de postragedia
g Abstract •It is a rereading of the Latin American tradition of research in social communication. Specifically shed of communication and culture, a tradition Continuing horizontal and isegoria communication. The concept of postragedia is a fine allegory of the process from end of twentieth century culture and the beginning of globalization. It is the period of the post-dictatorship.
g
Key Words • Rereading- culture and communication -Schmucler«s postragedia concept
1. Introducción
Releer una tradici—n se–alada es una operaci—n pol’tico-acadŽmica.Ê Es del mismo orden del establecer una bibliograf’a, es decir, es hacer una selecci—n de referentes. Significa tanto reconocernos en una tradici—n de investigaci—n y sumase a ella, como, al mismo tiempo, interrogar el presente desde esta perspectiva. Por estas razones, tomamos por nuestra cuenta la tradici—n latinoamericana iniciada enÊ la dŽcada de los sesenta, donde la preocupaci—n de los acadŽmicos latinoamericanos por revertir los flujos de la informaci—n y la enorme tarea de la democratizaci—n de la comunicaci—n, la afirmaci—n de nuestro derecho a la comunicaci—n como un derecho humano, de ver y ser visto, de o’r y ser o’do y de hablar y ser escuchado, independientemente del poder/ dinero, la etnia, la clase, la raza, el gŽnero, o la orientaci—n sexual, son una constante, son las propuestas e interrogantes de laÊ Escuela latinoamericana de comunicaci—n social.
Nuestro trabajo de releer supone retomar esa tradici—n, es decir, retomar los comienzos y re-comienzos de un sujeto singular, complejo y heter—clito: nosotros los latinoamericanos en el espacio de la comunicaci—n social.Ê ÀC—mo pensar los actuales problemas de investigaci—n a partir de los elementos que dan unidad y sentido a esta tradici—n deÊ investigaci—n en comunicaci—n social?
ÊRepensar la tradici—n latinoamericana de la escuela de comunicaci—n social es una tarea colectiva que nos puede iluminar y se–alar caminos para abordar el estudio deÊ los densos flujos, las agitadas corrientes, el complejo proceso de circulaci—n de las noticias, las mercanc’as y las personas en nuestro espacio contempor‡neo.
En fin,Ê Estudiar esa vida social de los mensajes, en las siempre ÒtormentosasÓ realidadesÊ latinoamericanas contempor‡neas supone una reflexi—n dentro de los l’mites temporales redefinidos. En nuestro caso, el marco temporal de nuestros interrogantes se refieren al proceso que va desde el inicio de la posdictadura en el sur del sur, el periodo donde laÊ tradici—n democr‡tica, las aspiraciones nacionales y populares se enfrentan de nuevo a la reconfiguraci—n de los viejos poderes: el de los multimedios y las trasnacionales, asociadas a la corrupci—n judicial y las vueltas al neoliberalismo. Las demandas por unÊ pensamiento renovado surgen, entonces,Ê como unaÊ necesidad de este nuevo panorama social, y el esfuerzo por construir una nueva Òcaja de herramientasÓ parece imponerse en la escena contempor‡nea.ÊÊ
As’Ê lo atestiguan las producciones surgidas del norte bajo la cr’tica al eurocentrismo bajo la l—gica ÒwallerstenianaÓ [1] , refundidaÊ con el proceso multiŽtnico de Ecuador, como son las posiciones decoloniales yÊ posmodernas, tambiŽn, desde ansias de emancipaci—n nacidas desde el mismo sur, nos referimos a los valiosos aportes deÊ la comunicaci—n intercultural que constituye un campo riqu’simo de nuevas reflexiones. Se suman a esto ciertas corrientes del pensamiento poscolonial tanto del norte como las del portuguŽs de Soussa Santos, o de las lecturas que retoman las tradiciones de la ÒnegritudÓ y de la ÒcreoliteÓ, sumados a una corriente local de comunicaci—n colectiva, continuadoras de la tradici—n combativaÊ surgida por mediados del siglo pasado en las radios mineras andinas, o las radios campesinas colombianas hasta el contempor‡neo concepto de Òvivir bien/buen vivirÓ como nuevo paradigma de la comunicaci—n intercultural/social (Fuentes, 2014; Contreras, 2016; Bernat, 2014; Barranquero y Chiara, 2014).
Por œltimo, nuestra relecturaÊ procura continuar la tradici—n deÊ esa fascinaci—n liminal por la isegoria [2] , motor de la productividad emergente de la primera Žpoca de la escuela, y a nuestro juicio la tradici—n m‡s valiosa a ser recuperada, continuada y extendida. Se trata de pensar desde un sentido hist—rico, nunca destinado a ÒrumiarÓ el pasado, sino destinado aÊ saberÊ exactamente:
Ê(É) cuanto es la fuerza pl‡stica de un hombre, de un pueblo, de una cultura, me refiero a esa fuerza capaz de crecer originalmente a partir de s’ misma, de transformar lo pasado y lo extra–o, de curar heridas, de reemplazar lo perdido,Ê de configurar de nuevo las formas quebradasÊ (Nietzsche, 1997, p. 32).
En este sentido, se vuelve necesaria una revisi—n de la globalizaci—n, mundializaci—n y recuperaci—n de las iniciativas populares y democr‡ticas de los espacios locales,Ê nacionales y latinoamericanos, como as’ tambiŽn la inspiraci—n de una comunicaci—n horizontal, el di‡logo como modelo de la comunicaci—n humana, entre los que habitamos el sur, entre los queÊ sostenemos el apotegma de Torres Garc’a el sur es nuestro norte.Ê
El pensamiento de la escuela latinoamericana fue organizado sobre la base del di‡logo como modelo de comunicaci—n humana, es decir una teor’a de la comunicaci—nÊ insertada en la tradici—n humanista del pensamiento latinoamericano [3] y la misma tradici—n, surge como una demanda, la de reestructurar la comunicaci—n meramente vertical, sobre todo la que se ejerce del poder central hacia los pa’ses del ‡rea colonial norte sur. Pero tambiŽn, la que siempre se ejerce del poder, ya sea nacional o local, y en el marco del tejido de la vida cotidiana. La palabra asociada al poder,Ê no es la palabra dial—gica, sino la voz del poder arriba/abajo.
Si enÊ los 80 se cerr— una etapa, la del conflicto y la construcci—n de un nuevo orden internacional, el Informe Mac Bride es el documento que condensa las aspiraciones del entonces Òtercer mundoÓ, organizado sobre la base program‡tica de la contribuci—n de la comunicaci—n al desarrollo personal y colectivo, de la identidad cultural, el derecho de los pueblos y la reciprocidad en los flujos de la comunicaci—n. Se trat— de las aspiraciones a la eliminaci—n de los desequilibrios y desigualdades, de los efectos negativos de determinados monopolios, pœblicos o privados, y de las excesivas concentraciones. Se complet— con una fuerte demandaÊ por remover los obst‡culos internos y externos para un libre flujo, y m‡s amplia y equilibrada diseminaci—n de informaciones e ideas. Todo esto, ten’a a la base la lucha por la identidad cultural de cada pueblo y el derecho de cada naci—n para informar al pœblico internacional sobre sus intereses, aspiraciones y respectivos valores sociales y culturales. Se trataba del respeto al derecho de todos los pueblos para participar del intercambio internacional de informaci—n, bas‡ndose en la igualdad, justicia y beneficio mutuo, as’ como Êel respeto al derecho de la colectividad, y de los grupos Žtnicos y sociales, para tener acceso a las fuentes de informaci—n y participar activamente en los flujos de comunicaci—n. Verdaderamente, se trat— de todo un programa que todav’a sigue en lo fundamental, vigente, pues muchas de estas tareas quedan por resolver, y algunas se han agravado en su unidireccionalidad.
ÊSi en los 90 el an‡lisis social destinado a dar una soluci—n permanente al conflicto, un nuevo orden internacional de la comunicaci—n y la informaci—n, cedi— lugar al estudio de las negociaciones, de los cortes y de las continuidades, de un proceso de afianzamiento de la necesidad y radicalidad de la democracia (Garc’a, 2000), el incipiente proceso de globalizaci—n, mundializaci—n y la puesta en crisis de paradigmas del siglo XX cultural, el proceso de transici—n entre un modelo y otro, ser‡ el marco hist—rico de la reflexi—n de Hector Schmucler sobre la tragedia y el pasaje a la postragedia.
A continuaci—n, se presenta un art’culo en formato ensayo, el cual busca analizar el concepto de postragedia en HŽctor Schmucler en el marco de la postdictadura chilena.
2. An‡lisis. El concepto de postragedia
Es posible ubicar Êel pensamiento de HŽctor Schmucler en el contexto de la Escuela latinoamericana de comunicaci—n social, como una fina y elaborada alegor’a del proceso cultural que sign— el fin del siglo XX cultural y el inicio delÊ actual.Ê Desde un primer momento, Schmucler (1997) piensa la cultura en vinculaci—n con los medios de comunicaci—n. Dicho de otra manera, su pensamiento es producto de la reflexi—n te—rica renovadora en la que se encontr— inmerso desde los 70 a partir de su estancia en Santiago de Chile, durante el proceso de v’a pac’fica al socialismo, cuando escribi— el famoso pr—logo al texto/manifiesto de los 70 de Dorfman y Mattelart.
Sin duda, comparti— la necesidad de unir la teor’a comunicacional con la lucha porÊ la democratizaci—n de la comunicaci—n, ya que denunciar al imperialismo y los mecanismos de la dominaci—n cultural era, al mismo tiempo, analizar cient’ficamente los mensajes de la cultura de masas. Como afirma GutiŽrrez , (2001), este el punto donde van a converger en forma expl’cita una serie de trabajos provenientes del campo del an‡lisis cultural y del an‡lisis comunicacional. No se trata de reducirÊ comunicaci—n al an‡lisis cultural, ni la cultura a comunicaci—n, se trata del an‡lisis de la comunicaci—n social centrado en la cultura medi‡tica. El an‡lisis articula una metodolog’a de an‡lisis erudito, un objeto mundano, el texto de la cultura de masas, asociado a un proyecto de emancipaci—n social y nacional.
No se trata de las hermenŽuticas nacidas bajo la Žgida de la cultura del codex, del libro ilustrado, sino de los textos de la cultura medi‡tica, desde la imprenta moderna hastaÊ el peri—dico ilustrado, de la radio y de la televisi—n, hasta internet.
Por esta raz—n, la bœsqueda de una metodolog’a propia, esto es, el estudiar los fen—menos de la comunicaci—n en la contemporaneidad, quiere decir estudiar los objetos de la cultura industrializada, cultura medi‡tica o cultura de masas. Este l’mite significa tambiŽn que no son f‡cilmente trasladables los mŽtodos y las categor’as acu–adas, por ejemplo, respecto del an‡lisis literario; as’,Ê la novela de vanguardia es un objeto culto, la telenovela es un objeto de la cultura medi‡tica, es decir, Schmucler (1997) sabe y sostieneÊ una especificidad del an‡lisis comunicacional, sus t—picos y mŽtodos propios del espacio de la comunicaci—n social.
Desde esta perspectiva se aborda el an‡lisis de comunicaci—n y cultura, en tŽrminos de un proceso hist—rico, el iniciado en la tragedia, el acontecimiento tr‡gico de la oclusi—n a la v’a pac’fica al socialismo y llega al mundo postr‡gico, cuando florece negativamente el mercado en la edad de la posdictadura, la marca o huella de nuestra contemporaneidad en el sentido de Glissant, (2006), bajo el cual, la huella Òes el errabundo y violento derrotero del pensamiento compartidoÓ (s/p) del pensamiento resultado del dialogo y la isegor’a.
3. La Posdictadura
Sobre la discusi—n del nombre, el intentar otorgar un nombre al periodo hist—rico iniciado tras elÊ fin del terrorismo de Estado en nuestro sur, este art’culo prefiere el propuesto por Richard , ÒposdictaduraÓ, ya que se continu— con el mismo modelo/alma: el neoliberalismo, pero con el formato de una democracia dŽbil y condicionada, sujeta al modelo bipartidista, la espada de Damocles de la deuda eternaÊ y los ajustes dictados por los organismos internacionales.
Posdictadura tambiŽn se–ala un periodo marcado a la vez, por la continuidad y la emergencia. La continuidadÊ del neoliberalismo, su triste y destructiva historia arrancaba en nuestro sur, con la tr‡gica muerte del presidente Salvador Allende y la sangrienta dictaduraÊ de AugustoÊ Pinochet. Aparece entonces la emergencia de una crisis se–alada: se derrumban, como un muro, los par‡metros ideol—gicos que hab’an direccionado todo el pensamiento de los œltimos dos siglos: laÊ racionalidad tŽcnica, la fe en los mundos posibles y el progreso nunca indeseado. En la reconfiguraci—n de posguerra fr’a, el pensamiento latinoamericano en comunicaci—n se va a ocupar de lo que se podr’a llamar la cr’tica al modernismo latinoamericano. Pero tambiŽn, a las experiencias renovadoras del socialismo del siglo XXI y el avance deÊ los gobiernos nacionales y populares.
4. La postragedia
Pero eEn los noventa estamos en el pasaje de la tragedia a la postragedia, pasaje de los flujos sociales, de los mensajes, bienes y personas, tambiŽn es el de una experiencia existencial, la tragedia entendida como experiencia de un mundo desolado y transido por el dolor, a la experiencia de unÊ mundo postr‡gico, la experiencia de un no-hombre nuevo:Ê el aut—mata de la cultura medi‡tica de los 90.
Del sujeto asido al compromiso Žtico pol’tico de la revoluci—n a la hegemon’a de un sujeto abyecto, sometido al mercado y la pŽrdida de solidaridad. Pero en este oscuro panorama el triunfo del darwinismo social no llega a ser total. En su exceso de dolor, pese a su acceso mismo de dolor, ella misma, abre parad—jicamente un horizonte otro: La tragedia, al poner de manifiesto el indescifrable enigma del destino humano, permite Òun aguardar incesanteÓ,Ê abre una perspectiva otra en el horizonte. (Abre unaÊ clausura).
El interŽs de este trabajo estar‡ en delimitar c—mo se llega a esta figura de la postragedia en el pensamiento de Shmucler (1997), pero tambiŽn como el pensador tambiŽn Êindica c—mo salir de esa situaci—n.
5. Volviendo a HŽctor Schmucler
Para Schmucler (1997)Ê leer es recoger,Ê elegir aquello que qued— atrapado en la memoria. Pero no en una memoria singular, particular, sino en la memoria colectiva, puesÊ la memoria, es el relato deÊ la lucha, de los destinos compartidos por un colectivo, el de un nosotros, el grupo que supo continuar la tradici—n acadŽmica nacional y el compromiso pol’tico, construyendo una escuela latinoamericana de comunicaci—n sobre la base de la comunicaci—n horizontal:
Entre memoria y comunicaci—n existe una relaci—n inquietante: se excluyen y se necesitan al mismo tiempo. La idea de comunicaci—n generalizada en nuestros d’as evoca la instantaneidad, la simultaneidad, y en el l’mite, el no-tiempo. La memoria, siempre exigi— la duraci—n, la persistencia; el concepto de velocidad le es ajeno. Para que la memoria se adaptara a la noci—n de comunicaci—n sin tiempo tuvo que excluirse de los cuerpos y alojarse en la abstracci—n de se–ales electr—nicas [4]
QuiŽn es este nuevo golem? El golem, el aut—mata de la tradici—n judaica, no tiene la capacidad de la palabra, esÊ torpe absolutamente, pues es s—lo denotativo,Ê literal y por lo tanto limitado y superficial, es el hombre m‡quina en la versi—n de su total inhumanidad, la mera reproducci—n simple, la expulsi—n del hombre de su genericidad. Es la met‡fora de la alienaci—n m‡s radical, la total pŽrdida del misterio de la existencia humana, es la expresi—n de la total sumisi—n al mercado, la dŽcada de los noventa y la hegemon’a neoliberal. La religi—n del Òs‡lvese quien puedaÓ y el darwinismo social. En este mundo ÒLa memoria ha desechado el espesor del pasado y la comunicaci—n ha olvidado su originario sentido de Òcomuni—nÓ, que exige la amorosa presencia del otroÓ.(Schmucler 1997, p. 14)
El Žxito del neoliberalismo se fundament— en el desprecio por el otro, est‡Ê justificado en una ideolog’a de circunstancia, propia de la experiencia del fascismo c—mplice, como es la justificaci—n con el Òalgo habr‡ hechoÓ durante el terrorismo de Estado y ÒelÊ s‡lvese quien puedaÓ del menemismo. El humor de la hegemon’a del pensamiento œnico supone la ruptura de los lazos de solidaridad, el hombre golem, no siente ni cari–o, ni compasi—n por el otro, no hay lugar para actuar en comœn. EntoncesÊ se llega a una interpretaci—n/convicci—n/constataci—n schmuclerianas:
En el mundo postr‡gico vivimos en una cultura signada por la declinaci—n de las palabras y como consecuencia de esta pobreza, el mundo es cada vez m‡s desolado.
Esta situaci—n es el resultado de tomar un camino equivocado, pero no es el œnico camino posible, hay otros. La salida supone una reflexi—n cr’tica y un retomar la palabra
—mo se articula esa dialŽctica entre tragedia y postragedia, Àc—mo recobramos la riqueza de la comunicaci—n y c—mo encontramos esos caminos otros, esos otros caminos alternativos, utop’sticos y posibles? Si lo que identificaÊ Steniener (2001)Ê como Òtragedia en sentido radicalÓÊ es la representaci—n dram‡tica o, dicho con mayor precisi—n, la plasmaci—n dram‡tica de una visi—n de la realidad en la que se asume que el hombre es un huŽsped inoportuno delÊ mundo, esta situaci—n tr‡gica, la experiencia del exceso de dolor, esa misma situaci—n abre o bien el horizonte posilustrado de una religi—n de consuelo, y por lo tanto el dolor se–ala el camino del dios, y m‡s all‡ de los prejuicios racionalistas, se abraza a la muerte; Êo bien se encarga de construir de nuevo otras tareas parara este mundo. Bien podr’a regresar Êal lamento ancestral del hombre arrojado en un mundo, cargado de dolor o castigo primordial, Êuno podr’a preguntarse Àpor quŽ? ÀDe donde emerge este neoplatonismo? No se corre el peligro de llegar a la idea del hombre como t’tere de los dioses o bien como Òlo mejor es no haber nacidoÓ. En la idea del regreso a un tiempo pleno se alimenta siempre el veneno del conservadurismo, y aunque florece en medio de la protesta y el luto, el modelo de la presencia del dios escondido durante el holocausto, una l’nea de interpretaci—n del terrorismo de estado, asociado a sus inscripciones existenciales, religiosas y sublimes.
Por esta raz—n, tal vez, la tragedia en Schmucler (1997)es la expresi—n de una conciencia desolada del mundo, de una incomodidad c—smica, pero tambiŽn del humor pos-holocausto, superpuesto a la experiencia de la posdictadura.Ê As’ el mundo de los golem-mercado es la
Ò... expansi—n del pensamiento tenue, el reinado de lo ef’mero, la defecci—n de la memoria; d’as, en fin, celebratorios del mercado como medida de todas las cosas y la empresa comoÊ clave articuladora de la existencia social e individualÓ (Schmucler, 1997, p. 14).
ÀC—mo salimos de este encierro en la alienaci—n? En unÊ mundo donde palabras y cosas han perdido cualquier correspondencia, Àc—mo vamos al encuentro de un algo m‡s all‡? En tŽrminos schmuclianos: Àc—mo salimos de unaÊ palabra-espejo y encontramos el mundo a travŽs de la palabra ventana? La especifica bœsqueda de la disyunci—n entre cosa narcisista/espejo y palabra ventana/permite ver, pero no s—lo me permite ver la cosa, sino estar en comuni—n con las cosas, ventana-escape, salida y alteridad, segura orientaci—n hacia lo otro y, fundamentalmente, apertura hacia el otro, comunicaci—n, comunidad, comuni—n, hablar de igual a igual, isegoria. La isegoria me permite romper el espejo y ver a travŽs de las palabras. El mundo desencantado pero pasible de un ser m‡s solidario, libre e igual, m‡s humano, de nuevo el humanismo latinoamericano, de nuevo el hablar de igual a igual.
Frente a la afirmaci—n tautol—gica de la palabra narcisista, espejo de ella misma, la misma mismidad, el flatus vocis deconstructivo, escamoteo, juego de palaras y lapsus, declinaci—n de la palabra, informaci—n, pura transmisi—n desafectada. Aislamiento y desolaci—n. Racionalidad tŽcnica. Deconstrucci—n escol‡stica, palabra que investiga con anteojeras, segœn Ramiro Beltr‡n, es la investigaci—n que encuentra lo que presupone. La palabra ventana rompe la visi—n autoreferencial y nos permite pasar aÊ un segundo momento de an‡lisis donde se repregunta: ÀC—mo se construyen estos caminos y por quŽ el hombre de occidente, el sujeto absoluto, tom— un camino de alienaci—n?,Ê pues hab’a otros posibles,Ê se pod’a tomar otro camino, el de la comunidad, de la comunicaci—n como comuni—n. Se pierde la comunicaci—n se pierde la democracia. Pero a la pŽrdida irreparable se llegar por la acci—n, a la praxis,Ê por sus obras los conocerŽis.
tom— ese Entoncescamino? Entonces Smucler (1997) ampl’a su pensamiento, se extiende a un proceso cultural m‡s amplio. Esta situaci—n del mundo que ve declinar la palabra est‡ determinada por dos ingredientes sustanciales. Por una parte, la modernidad como tiempo hist—rico/y proceso social, es elÊ proceso de colonizaci—n yÊ hegemon’a de la racionalidad tŽcnica. Por otra, Êla situaci—n tr‡gica del hombre que se encuentra en un mundo que le es siempre ajeno y hostil, la experiencia de negaci—n del mundo denotaÊ un cierto platonismo, pero tambiŽn el humor posilustrado.
Tal vez en ese gesto pre-poscolonial de retomar los grandes mitos fundadores de occidente, espec’ficamente aquellos que aluden a la escisi—n originaria entre las palabras y las cosas, hay algo que irremediablemente sea hoy algo discutible. Sin embargo tambiŽn podr’a ser esta afinaci—n un anacronismo que nos impide ver la profunda fuerza comunicativa del pensamiento de SchmuclerÊ (1997) donde co-existen varias tradiciones sobre el origen de la escisi—n.
Una proviene deÊ la tradici—n b’blica, se refiere aÊ tradici—n que ve en la ca’da relatada en el gŽnesis el inicio de la ruptura entre palabras y cosas. Conocer despuŽs de la transgresi—n fue clasificar. Nos dice el autor que la palabra dej— de ser nueva cada vez,Ê dejo de ser creadoraÊ y el hombre se extra–— del mundo. La otra es la greco-latina que introduce la libertad de las mœltiples interpretaciones en la figura de la muerte del dios Pan, figura que desde la Žpoca del Renacimiento en adelante, juega tanto sobre la naturaleza parad—jica de Pan como divinidad que muere, como el papel de dios fundando la tradici—n de la risa, la farsa, el teatro y el esp’ritu dionisiaco y carnavalesco, y por lo tanto referencia del material deÊ la imaginaci—n art’stica y literaria. Pero tambiŽn, cuando forma parte del poderÊ divino y es parte del consejo de Dionisio y su muerte se–ala el fin del mundo antiguo por advenimiento del mundo cristiano, como tambiŽn el fin del mundo arc‡dico y de su vida paradisiaca. Este fin de lo arc‡dico significar’a por desgracia, Òla llegada del mundo moderno, en el que Pan ser’a recordado œnicamente como un s’mbolo, ya sea de la inocencia rœstica o de las m‡s b‡sicas y profundas pasiones humanasÓ. Esta tesis se relaciona con la tradici—n de la inocencia perdida o de la relaci—n m‡gica del mundo totalmente perdida por la mediaci—n tŽcnica, el desencantamiento warburtiano del mundo, cuando no es ya la magia la que media entre hombre y naturaleza, al ser reemplazada por la tŽcnica ese mundo se pierde para siempre y lo que queda es la racionalidad del dominio mismo Esta ambigua naturaleza del dios que muere, ya a finales del siglo XIX,Ê va a adquirir un nueva significaci—n comoÊ fuerza elemental de la naturaleza, tanto terrestre como sexual, y por lo tanto un contrapeso necesario para amortiguar las fuerzas de la industrializaci—n, la racionalidad, y la rigidez social.Ê El s’mbolo de lo otro no humano dota al dios de una nueva significaci—n. Patricia Merivale atribuye gran parte de nuestra visi—n moderna de Pan al poeta del periodo victoriano tard’o Robert Browning [F5] , quien describi— a Žste Òno como un dios caprino exterior a nosotros, sino como un dios caprino dentro de nosotrosÓ, una figura que representa, Ònuestra m‡s profunda e instintiva naturaleza animalÓ (Schmucler, 1997, p. Ê90)
6. Discusiones
Las sucesivas muertes del dios mortal condensan la situaci—n tr‡gica y postr‡gica delÊ hombre,Ê es el recuerdo de esta condici—n escindida de los seres humanos. Distante del mundo, el hombre tratar‡ de usar la palabra, imposibilitado de ser en ellas. Pero toma el camino equivocado, pues distanciado irremediablemente, siempre intentara usar la palabra para dominar el mundo. La nostalgia por la libertad perdida no tendr‡ pausa. La fractura es tremenda. La tŽcnica, la tejne, que antes era una con la poisis, la creaci—n, se volvi— instrumento de dominio. Esta escisi—n hizo que el sinsentido de la tŽcnica se volviera lo œtil, absolutamente como el arte se volvi— completamente inœtil. La palabra es pura denotaci—n, verticalidad, poder, no hay ambigŸedad s—lo hay ordenes, se–ales, mandatos.
La palabra se hizo tŽcnica, instrumento, y los seres humanos instrumentos de instrumentos. Los tiempos perfeccionaron las distancias. S—lo la poes’a desde siempre, logra devolver a la palabra su condici—n primigenia. ÀC—mo se lleg— de nuevo al viaje sentimental, a un pasado donde la palabra arc‡dica no estaba escindida? El mercado y la modernidad. Si bien la muerte en la tradici—n b’blica es irreversible, entonces la condici—n primigenia es verdaderamente imposible, est‡Ê absolutamente perdida. Pero si pensamos en la muerte del dios pan como alegor’a las cosas cambien y estamos en la postragedia. Pues laÊ Žpoca que m‡s se alej— de dios fue la modernidad, en laÊ posmodernidad, se dar‡ la forma exasperadaÊ (tal vez desesperada) con que se muestra la modernidad en la Žpoca, cuando la tŽcnica Ðel pensar tŽcnico-ha desbordado cualquier l’mite y se prepara para dominarlo todo, el œnico camino humano es la palabra ventana, la poes’a, la comuni—n, la comunidad.
La posmodernidad posutopicaÊ y posrevolucionaria no es ya el mundo deseado por el sujeto moderno constructor de su genericidad sobre la Žtica de la militancia y lucha por un mundo nuevo.Ê La posmodernidad es para Schmucler (1997), un mundo donde ha triunfado la utop’a medi‡tica, pero donde la poes’a aœn tiene la capacidad de derrotarla. La salida es un arte que sirea para algo, una comunicaci—n como poes’a destinada a reponer la palabra ventana. Abrirnos a un mundo que necesita de nuestra acci—n emancipadora, abrir ventanas despejar puertas, crear salidas, atrapar pedazos de futuro.
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[1] Segœn la tesis wallersteniana, los errores de la izquierda, la estrategia fracasada y su insuficiencia operativa, son un resultado casi inevitable de las operaciones del sistema capitalista en contra del cual luchaba la izquierda (Wallerstein, 2005)
[2] ÒIsegor’aÓ es un tŽrmino filos—fico que implica un sistema en el que todos hacen uso de la palabra de igual a igual. Puede ser interpretado como una forma de avanzar hacia la ÒdemocraciaÓ.
[3] Respecto de la tradici—n humanista, el presente art’culo adhiere a la posici—n de Arturo Roig en su teor’a y critica del pensamiento latinoamericano.Ê MŽxico tierra firme, 1980 dondeÊ sostiene que habr’a que referirse al humanismo lascasiano, como grado cero de la afirmaci—n de la humanidad de las Òindianas gentesÓ, como el reconocimiento de la dignidad humana de losÊ habitantes americanos, yÊ por lo tanto como ÒinicioÓ de la largaÊ trama de la afirmaci—n del car‡cter de sujeto pleno de derechos, talÊ como la historia de la lucha por la afirmaci—n de un nosotros y de lo nuestro, de la construcci—n de las nacionalidades, y de los avatares de los œltimos cinco siglos, segœn, nuestro registro actual del tiempo, hasta los recientes movimientos de derechos humanos queÊ cierran el siglo xx y abren el presente