El documental ante la globalización: el conflicto mapuche y los paradigmas de la crisis en Chile a través del cine de Elena Varela
The documentary about globalization : the Mapuche conflict and paradigms of Chilean Crisis through Elena Varela's film.

Dr. Luis Veres
luis.veres@uv.es
Universidad de Valencia

Recibido: 30 de noviembre de 2014
Aceptado: 05 de febrero de 2015


Palabras Claves  •  Elena Varela / Crisis Chile / Mapuche / Conflicto / Documental / Indigenismo.

Key Words • Elena Varela / Crises Chile / Mapuche / Conflict / Documentary / Indigenism

El inicio de la crisis, puntualizada en la caída de Lehman Brothers en el año 2008 supuso el reconocimiento de una crisis sistémica confirmada por la debacle hipotecaria, la crisis bancaria y la aceptación de un conjunto de soluciones limitadas que no escapaban de la ideología neoliberal imperante. Esta crisis afectó aparentemente en menor medida a los países de América Latina que habían sostenido un crecimiento económico importante como consecuencia de la subida del precio de las materia primas. Sin embargo, a pesar de esa Parente situación de bonanza en tiempos de crisis en países como Chile o Argentina la crisis se mostro como el balance de una cuenta de resultados que pasó la factura a una limitada porción de la población. En el caso de Chile la crisis ha supuesto el periodo de legitimación de la implantación a cualquier coste de las multinacionales en los territorios históricos reclamados por la población mapuche, la región que va desde el sur del río Bío-Bío hasta la ciudad de Temuco. Esta situación ha supuesto la continuación de un expolio histórico por parte de las empresas acerca de los recursos naturales existentes en esos territorios. Empresas como Ralco, Endesa, Repsol y las derivadas de las grandes fortunas nacionales, como Luksi, Figueroa o Matte, han justificado su actuación en territorio mapuche bajo la bandera del progreso y el crecimiento económico. Esta problemática ha sido atendida por el género documental, lo cual ha supuesto un renacer del género con una larga trayectoria desde el inicio del gobierno de la Unidad Popular y la posterior dictadura del general Pinochet. El documental en Chile ha prestado una gran atención al conflicto mapuche, especialmente a aquellos aspectos que se refieren a la criminalización de la protesta y las irregularidades judiciales que implican las numerosas detenciones de mapuches acusados de “delito terrorista”.

El conflicto del Estado chileno con los mapuches es el resultado de un proceso de criminalización que viene de largo. La Conquista española suscitó la idea de un indígena bárbaro que debía ser sometido a la civilización por medio de la razón, la ciencia, la religión y la técnica. Fue la historia de un desencuentro. Mientras que los españoles negaban la condición humana del indio, los indígenas consideraban o bien que éstos eran dioses o bien que eran sus iguales. (Bengoa, 2006: 103). Aunque los españoles no se portaron en América de manera distinta, ni peor, a como lo hicieron otros colonizadores en los territorios de América del Norte, ni tampoco de manera distinta a como se comportaban con negros, moros o judíos, su conducta no fue la acertada, y ese fue el primer episodio de un proceso de criminalización que continúa hasta el presente. También hay que plantearse si existía otra posibilidad en esta barbarie que es la historia de la humanidad, si era posible mirar a otro lado y no dejarse llevar por la codicia, la ambición y las ansias de conocer y apropiarse de lo conocido (Bengoa, 2006: 103).

El debate entre Ginés de Sepúlveda y Fray Bartolomé de Las Casas apuntaba a la negación del alma y la condición humana del indio (Hanke, 1988: 33 y ss.). El indígena iba a ser acusado de manera interesada de ser vago, bárbaro, mentiroso, sucio y malo, y el tópico iba a perdurar en todos los sistemas de representación junto a su contrario, el del buen salvaje (Veres, 2003: 25 y ss). Este tópico, que suponía apartar al otro del orden humano, significaba crear un nuevo sentido muy apartado del referente real, pero que incluía significaciones y prejuicios de tipo ideológico y político del viejo mundo (Todorov, 1987: 28) que andaban acordes con un interés claramente de corte económico. Los indígenas fueron trasladados a la corte de Castilla por Colón como animales exóticos y fueron conducidos ante la presencia de los Reyes Católicos. Y en esa exhibición se les negaba su naturaleza humana, ya que se reconocía que no sabían hablar. Pero ya antes, en Amsterdam, en 1403 se había pescado a una mujer salvaje que sería exhibida como una atracción. Hasta 1880 los indígenas mapuches eran mostrados como atracciones de feria en París, igual que antes habían sido exhibidos algunos ciudadanos lapones y algunos animales, como hipopótamos o renos, en exposiciones antropológicas que mostraban las maravillas y los elementos exóticos de ultramar (Báez y Mason, 2006: 17). En 1896 los hermanos Lumière filmaron la película Baño de negros en el Jardin d’Aclimatation de Paris.en el que un grupo de indígenas africanos se baña en un lago artificial como parte de un espectáculo que los parisinos pagaban por contemplar dentro de una Exposición Etnográfica. El empresario Karl Hagenbeck, importador de animales alemán, se especializó en importar indígenas africanos para espectáculos en ferias y circos, y se hizo rico con ese negocio. A los antropólogos les bastó ver a indígenas africanos, asiáticos y americanos tras las rejas de una celda para colocarlos en el escalafón más bajo de la especie humana. Estos zoológicos humanos sirvieron de propaganda legitimadora de las colonizaciones europeas del S.XIX. Y hasta 1914 se realizaron exposiciones de grupos de indígenas de todos los continentes con afán de lucro en las que los aborígenes representaban batallas y combates guerreros. Hay quien señala que estos zoológicos humanos perduraron hasta 1932 (González, 2005: 200). No es casual que un año después Hitler subiera al poder y que, tras siete años de jefe supremo en Alemania, hubiera dominado a media Europa. En Estados Unidos, entre 1875 y 1915 se realizaron exposiciones de indígenas para recordarles a los indios de Norteamérica y a los negros del país cuál era su rango social. Pero esa exhibición del otro, como algo diferente, más próximo al mundo de lo animal que al universo humano, se había producido desde antiguo. Los mismos aztecas exhibían personas deformes, enanos, albinos y jorobados con intenciones de suscitar cierto espectáculo (Báez y Mason, 2006: 19).  Esta animalización del otro llega hasta hoy. En el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, en Argentina, se recogen en cuartos polvorientos unas diez mil “piezas” humanas con que el museo cuenta entre su patrimonio. El inventario confeccionado en 1910 llega a un número de 5581 piezas que incluyen cráneos, esqueletos, cueros cabelludos, huesos sueltos y cadáveres disecados. Su origen en gran parte es de colecciones privadas que contribuyeron a la fundación del museo y cuyos propietarios habían conservado dichos restos como trofeos de guerra (Badenes, 2013: 154-156). En el museo Darder del pueblo catalán de Bayolas fue exhibido desde 1916 a 1997 la momia de un hombre bosquimano que fue devuelto, finalmente, y tras una gran polémica, a Bostwana, con el fin de que fuera sepultado en su tierra de origen. Como consecuencia del espíritu positivista imperante en el S. XIX, los hombres de ciencia saquearon cementerios, hospitales y campos de batalla con el fin de hacerse con muestras para sus colecciones antropológicas y biológicas, con las cuales hacer evolucionar el conocimiento. Seguramente, los indígenas de entonces y los de ahora verán estos hechos de manera diferente. Y la posición, respecto a la visión sobre los indígenas, siempre ha basculado entre dos polos opuestos. Para el presidente argentino Roca, los salvajes eran los bárbaros, mientras que, para el libertador San Martín, se trataba de “nuestros paisanos los indios”.

Como señala Roger Bartra, “antes de ser descubierto, el salvaje tuvo que ser inventado” (1996: 23), igual que lo fue el propio continente (O’Gorman, 1984: 152), ya que el salvaje suponía el fin de la civilización y la frontera en donde el orden imperante se difuminaba en favor del caos, universo que iba a ser iluminado a partir del descubrimiento español. Lo cierto que este apartamiento del otro, esta asignación del otro como diferente o esta deshumanización del que no era como los españoles es algo frecuente que la antropología ha estudiado. Levi Strauss constataba que las tribus primitivas se consideraban los únicos humanos y veían a los demás hombres como semihumanos, algo parecido a animales para marcar la diferencia con la propia identidad (Levi Straus, 1994). La relevancia de estos hechos es grande, siempre que acabe estableciendo relaciones de poder, de sumisión política, ideológica y económica, que fue lo que se dio con la Conquista y la mayor parte de los procesos de colonización.

Esta idea del otro como el contrario suponía una afirmación de la propia identidad y de sus presupuestos ideológicos y políticos. Jorge Pinto ha explicado muy inteligentemente que lo mapuche forma parte de una especie de zona gris de la nacionalidad o como dice Foerster “con las cuales se puede emblematizar lo que no se quiere ser o lo que se debe rechazar (el indio que llevamos adentro), el mal, el caos (la barbarie en el pasado y hoy el terrorismo).” (Foerster, 2003: 16). El mapuche se ha convertido en un conflicto, en un tema siempre pendiente, en quizás una página negra que ha sido mal resuelta en la historia de Chile, quizás su página más irresoluta:

Aquí, en la vieja frontera araucana, en la antigua tierra mapuche, donde el estado nacional se propuso cerrar el círculo de su propia creación, se mantiene una herida que ha impedido lograr lo que tanto añoraron los grupos dirigentes del S. XIX: la unidad nacional. Tanto es así, que círculos militares empiezan a hablar hoy en día del conflicto mapuche y de su impacto en la seguridad nacional, llamando la atención del peligro de que otros grupos se sumen a las movilizaciones indígenas, poniendo en peligro nuestra integridad. En el fondo, esos círculos perciben los peligros de un Estado cuestionado y amenazado a pesar de las fortalezas que pudiera tener después de 150 años de su creación.

Esta es quizás la paradoja más sorprendente de una historia llena de paradojas, muchas de las cuales aparecen como fantasmas en un país cuyo principal conflicto es querer ser lo que no es.” (Pinto, 2003: 229-230).

Quizás el documental más famoso y polémico sobre esta temática sea Newen Mapuche (2010) de Elena Varela, cineasta que fue detenida durante un año al entrar en contacto con confidentes acusados de terrorismo y que aparecen con su testimonio en el documental. Estas personas aparecen con el rostro oculto a la cámara y, en ningún momento, la película ofrece datos que los identifiquen. Varela fue acusada de colaboración con terroristas y, finalmente, fue declarada inocente. Gracias a su puesta en libertad pudo acabar el documental.

La película arranca de la muerte a manos de carabineros de Alex Lemún, joven que desgraciadamente ya fue protagonista de otros documentales. Su muerte se produce en la Araucanía el 12 de noviembre de 2002. El documental recurre a la recreación de hechos históricos, que se complementa con imágenes de represión de los carabineros. Se trata de un documental reflexivo en su primera parte que adquiere un formato performativo y expositivo más tarde, y explica cómo se ha ido construyendo el propio proceso documental para relatar la detención de Elena Varela al igual que la de toda la cúpula del movimiento de oposición mapuche aglutinados en torno a la Coordinadora Arauco Malleco. Todas estas circunstancias ocupan una primera parte del documental mediante el monólogo de Elena Varela, cuya imagen ilustra sus palabras realizando tareas de documentación y de búsqueda de materiales para confeccionar su película.

A todo ello se suman testimonios de personas que han vendido sus tierras bajo amenazas en Valdivia, para la instalación de una planta de celulosa. La película apunta como responsables a los distintos gobiernos y al cuerpo de carabineros, y apuesta por la ocupación de fundos, al señalar que se han recuperado 47000 m2 de tierra para los mapuches mediante este sistema, recuperación que en Chile se considera terrorismo. Algunas tomas recogen declaraciones sobre la intervención positiva de los carabineros. Esa tarea se contradice con la realidad. Las imágenes van a intentar deshacer la verdad oficial mediante la exposición de imágenes y ponen en evidencia las injusticias que el Estado comete contra los mapuches. Mientras se está tolerando que las barcazas disparen a los mapuches en las costas próximas a Valdivia, un carabinero afirma: “Ustedes no son país aparte. Esto es Chile y aquí manda el derecho.” Imagen y texto tratan de tejer un conjunto de paradojas en las que se fundamenta el abuso del Estado sobre la población.

Posiblemente, los propósitos de su directora se trasformaron, al ser detenida por los carabineros y acusada de terrorismo, por mantener contactos con miembros de organizaciones mapuche, que eran buscados por el Estado. Estas circunstancias, seguramente, radicalizaron algunos puntos de vista de Elena Varela que quedan explicados en el film a partir de las circunstancias de su detención. Elena Varela explica cómo ha ido evolucionando la elaboración de su película constituyéndose un proceso en construcción, del cual ella misma es parte protagonista a partir de su detención y acusación de colaborar con grupos terroristas. Diversos titulares ilustran su relato: imágenes que rezan “Delito Terrorista” sirven para confeccionar una reflexión sobre las acusaciones de terrorismo a los grupos mapuche y, del mismo modo, para establecer una comparación entre la injusticia cometida contra la directora del documental y el cúmulo de injusticias, a partir de detenciones, que se cometen contra ciudadanos mapuche. Esta constancia queda evidenciada con la afirmación de que toda la cúpula de la CAM –Coordinadora Arauco-Malleco- está detenida. Varela se entrevista con un mapuche, que en ningún momento muestra su rostro, a causa de estar buscado por los carabineros. Este hombre, que se mantiene en el anonimato, es el encargado de relatarle a Varela los detalles de las injusticias que sufre su pueblo: el acoso al medio natural que supone la eliminación de lugares sagrados, de bosques medicinales y la restricción del territorio de las comunidades. Y ese testimonio sirve de justificación tácita para entablar una lucha de resistencia que en ningún momento rechaza el uso de la fuerza. No se explicita tal uso, pero queda justificado como algo lógico ante la opresión del estado:

“No aceptamos que nos encarcelen por algo que no es justo. Yo ahora ando escondido, lejos de mi familia. (…) Nosotros luchamos contra la injusticia y lo que hacemos no es de ahora como dicen los medios de comunicación, como los huinca, como el propio Estado que vienen de afuera.”

La película denuncia las detenciones brutales. Para ello se sirve de imágenes de escenas de combates con carabineros que suben al cerro en busca de personas escondidas. Se muestra una lucha desigual entre hombres con ondas y piedras y carabineros con fusiles de asalto. Se denuncia la Operación Paciencia, puesta en marcha por el Estado para erradicar los núcleos de resistencia mapuche, y, también, la violencia indiscriminada de los carabineros en allanamientos y asaltos de casas particulares. Las imágenes de un estudio de radio en la emisora Radio Bío-Bío sirven para poner en duda la legalidad de la ley antiterrorista, condenada recientemente por la ONU. Las imágenes muestran con dureza la detención de una mujer de 90 años, que parece ser un gran peligro a ojos de los carabineros, en vista de la violencia utilizada.

El documental se apoya en contrastes, en transiciones que marcan fuertes oposiciones con los testimonios y con las maneras de ver el problema. La parte contraria a los intereses mapuches, la parte empresarial, está representada por el empresario Eleodoro Holding, mano derecha de Anacleto Angelini, la fortuna número 137 del mundo. Se menciona a grupos como Luksi, Angelini y Matte que ocupan un millón de hectáreas, testimonios que se apoyan en el argumento del interés nacional. Las empresas crean riqueza según el dictado del neoliberalismo y la globalización. ¿Pero para quién crean esa riqueza? Y estas afirmaciones se oponen a los testimonios de los mapuches que defienden su apego a la tierra y denuncian constantemente, desde hace siglos, la injusticia de la usurpación territorial que sufren de manera centenaria.

El documental plantea una serie de reparos. Desde el principio, pesa el hecho de que su directora, Elena Varela, es parte interesada en el asunto a partir de su desgraciada e injusta detención, aspecto que otorga una gran veracidad y dramatismo al relato, pero al mismo tiempo la denuncia es a todas luces plasmada con total rotundidad, con un convencimiento que puede parecer que afecta a la tendenciosidad del relato. Se echa de menos un mayor número de fuentes y un mayor número de testimonios que contradigan, que debatan la cuestión, tal como es propio en el género documental. No obstante, el dramatismo de los hechos otorga al documental la grandeza de la denuncia de primera mano y la autoridad que concede una realización de extraordinaria factura. Newen Mapuche se convierte así en un documental legendario, en un documental de referencia que va a marcar la década siguiente y en uno de los más duros, al acusar al Estado chileno como responsable del expolio mapuche y del uso indiscriminado de la violencia contra dicha población, un expolio acrecentado en los últimos años como consecuencia de esa legitimación indiscutible que supone el sistema neoliberal como signo de progreso en el país andino.

Referencias Bibliográficas

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